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PEDAZOS DE VIDA

El otro lado de la moneda
El saqueo había sido impresionante, las mujeres lloraban la muerte de sus esposos, las mujeres lloraban frente a sus ropas desgarradas, no era el dolor de la violación ni del despojo, era la impotencia lo que las hacía llorar. La vulnerabilidad a la que habían quedado expuestas, años de abusos habían surtido efecto, los indios se habían levantado y con ellos el diablo llamado justicia comenzaba a despertar.

Tienda de Raya
Aquí trabajas para ganarte el dinero con el que vas a comprar en la tienda de raya, ahí gastarás de más y tendrás que endeudarte y trabajar el doble para pagar, pero aun así no te alcanzará para solventar todo, entonces cuando menos te des cuenta le pertenecerás al dueño de la hacienda, y tus hijos y los hijos de tus hijos tendrán que trabajar para pagar tus deudas, algo así como las tiendas de hoy que ofrecen pagos en abonos chiquitos o el petróleo que sacamos en México y que el país del norte nos vende convertido en gasolina.

Esas viejas revoltosas
No es que fuera atrás del marido, es más ella ni tenía, pero lo que quería era llegar oliendo a pólvora, echar mentadas en el campo, y disparar una que otra vez. Andar con los huarachudos no le causaba ilusión, pero el meterse a la revolución sí.  La convertiría en una heroína anónima que algún día se convertiría en un nombre homogéneo, Adelita.

Se acabó
¡Se acabó! Llegó gritando el condenado calzonudo. La paz llegó por fin al cuartel, don Gumercindo por fin pudo descansar en paz, irse con la ilusión de que se había acabado, que había dejado un mejor lugar para el único hijo que le había dejado conservar la revolución y para sus nietos. Los demás se levantaron.

¡Se acabó! ¡Se acabó el parque! Repitió el guerrillero, y la preocupación acompañada de la desesperanza y todo lo que una falsa ilusión provoca llegó con el anuncio. La guerra continuaba, pero al menos un hombre había descansado en paz.