Letras y Memorias

Letras y Memorias

RESPIRO

Subes una pequeña colina que te agobia por la pesadez del equipaje y el arrullo cálido del monte. Dibujas en las nubes un cielo que se tiñe de azul con un delicado pincel que encontraste en las manos adecuadas y con la delicadeza suficiente para reposar el alma. Se abre la puerta.

Al otro lado de ese zaguán te espera el espeso verdor de un sitio mítico, un sitio que te recuerda el espacio donde Adán cobardemente dejó abandonada a Eva ante la mirada iracunda de un dictador celestial al que le decían “Dios”. Cruzas esa puerta y sabes que no hay vuelta atrás, y aunque la hubiera, no piensas en regresar. 

Caen los rayos del sol. La cabeza está cubierta por una gorra y el abochornado cuerpo irónicamente se cobija junto a celestiales, eternos que con una divina humanidad han optado por arroparte aún sin saber quién eres, ni qué puedes llegar a ser. Aceptas ese calor porque ya era necesario sentirse arropado no por prendas o telas, sino por sinceridad y palabras valiosas que dicen lo que ya sabes, pero necesitabas escuchar de nuevo. 

Silencio vespertino. Más pasos hacia el centro del mundo, aventura con miras a la cima del cielo y una escalera que baja con rumbo al paraíso, son los elementos propios de la vida nueva que se escribe en el preciso momento en que se cruza aquella puerta. Sorpresa y gusto en cada hora que pasa, asombro con los atinos de quien te desvela la mente y saca a la luz aquello que mantuviste en tinieblas, pero que irremediablemente encontraría su sendero a la libertad. 

Eres yo, y a la par, yo soy todos ustedes. Y entonces entiendes que todo está conectado, y que incluso los agujeros de penumbras que parecían imposibles de resolver, cobran sentido como cuando manos hábiles dibujan colores exactos en un cubo de Rubik. 

Se tambalea un poco la voz, porque la memoria te traiciona y traes a la vida algo que hace tiempo ya se había desvanecido, pero entiendes que era necesario hacerlo así porque la humana divinidad de tus protectores de aquella noche, no juzga ni señala, sino que te invita a carcajear y ver la creación de una forma menos tediosa, y más amena.

Eres yo, así como aquella madrugada me he permitido ser tú. Somos una extensión de cada uno. Y es que entonces entiendes que aquello que te duele nos duele a todos y cuando te sientes sano, todos sanamos. Entiendes que más vale un grito a tiempo que callar por siempre. Has decidido caminar adelante y la mejor parte, es que no sólo eres seguidor sino guía, no sólo eres ayuno sino manjar que da vida.

Se cierra el cielo nocturno sobre tu cabeza, sobre tus sueños renovados gracias a esa mística visita al Edén que no te presentó a tiranos celestiales, sino a ángeles que cambiaron sus alas y caras por manos, risas, sabias palabras y el amor cuidado que siempre cura cuando la indiferencia ha matado.

Y con ese cielo nocturno, las estrellas te caen en las palmas y te brindan un soplo tan noble, que al abrir los ojos tras la ilusión en la que dormiste, sonríes porque nada en esta vida podría quitarte el amor recibido, ni la alegría de saberte real, real como quienes descansaron y rieron a tu lado. 

¡Hasta el próximo miércoles!

Postdata: Gracias por el descanso, nos vemos pronto, ahora en las tierras del néctar sagrado de los Dioses. ¡Les quiero eternamente!

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