Letras y Memorias

Bordando la intimidad

  • En días como estos, uno extraña la vieja normalidad, la que nos dejaba sentirnos amados, y amar en libertad

Con el cierre de este ciclo, y con el tentativo comienzo de la mal llamada “nueva normalidad”, las letras llevan su propósito a viejos rincones que hace apenas unos meses, eran refugio de los corazones rotos y los sueños venideros.

Me recuerdo sentado, sin prisas pero sin esperanzas, aguardando por el momento en que finalmente dejara la oficina para salir de esa rutina, y cuando llegó la hora, apenas y pude notarlo,porque al reaccionar, ya estaba caminando, con un cigarrillo en la mano y apresurando los pasos para llegar más pronto a mi destino.

Muchas veces dejamos que gran parte de un día se nos vaya entre los dedos como el agua con que nos aseamos, pero también hemos de notar que parte del vital líquido permanece y nos hidrata, así como en la vida, permanecen las personas que renuevan la savia nuestra.

Ella es similar a esa agua que se queda para lavar la cara, esa “diosa del amor” fue quien me recibió en la casa azul y con quien compartí muchos de los mejores ratos de este año; entre cenas improvisadas, platillos bien pensados y noches de bordados.

Todo cuanto pesara podía siempre recaer en ella, en la compañía que alguien incondicional te ofrece mientras le cuelgan los cabellos lacios por el cuerpo delgado. Todo cuanto pudiera doler, se aliviaba con un buen sermón y un abrazo fuerte de quien me brindó su amistad y cariño incondicional.

El amor, es cierto, salvará nuestra alma. Y en forma de atardeceres ardientes y carcajadas sónicas, hoy, en esta “anormalidad nueva” que vivo, valoro aún más lo que viví en semanas anteriores a la gran pandemia, cuando podía salir del pesado día en el trabajo y en una decisión fugaz, ya estaba junto a mi mejor amiga haciendo de todo, y a la vez, nada.

También es cierto que no tenemos en la mano el secreto de una amistad que perdure en el tiempo, porque por lapsos los mensajes de cariño y respeto, quedan cortos ante el real sentimiento de gratitud eterna por estar presente en el momento correcto.

Pero lo que resulta más real, más palpable que cualquier otra cosa, es que justo ahora, cuando el cuerpo se cansa y los dedos tiemblan al escribir, uno recuerda los mejores días lleno de esa compañía y sólo sonríe, sonríe mientras esas manitas flacas bordaban noches estrelladas, gallos de pelea e historias llenas de magia. 

¡Hasta el próximo martes!

Postdata: Nos veremos pronto, aunque no sé cuándo, pero sí sé cómo. 

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