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Donde se asoma la Luna

Octubre y sus lunas, octubre y sus vientos, octubre y sus festejos. Octubre, con la dicha de su otoño y de una mirada bien clavada en mis ojos. 

Octubre no puede ser más perfecto justo ahora, cuando la belleza de una Luna sólo se opaca con la belleza de un astro mayor, cuando el brillo del cielo nocturno sólo se ve superado por el aura de quien torna un espejo en un reflejo del Olimpo mismo. 

Anoche, con la llegada de una nueva Luna, llena de alegrías y esperanzas, me vino a la mente el hecho de que hace tiempo no disfruto tanto del cielo nocturno como lo he hecho en todo este mes, en los últimos dos meses vividos, mejor dicho. 

He de confesar que cuando niño, la oscuridad me generaba ciertos temores y más cuando la Luna se asomaba en medio de la nubosidad del cielo de otoño, y esto porque me quedé malacostumbrado a los cuentos, leyendas y mitos en donde los hombres se volvían lobos y acababan con todo a su paso. En mi cabeza se dibujaba una escena terrorífica y, las piernas temblaban tanto como el pecho agitado. 

Hoy día, eso ha quedado distante, claro está. Y es que pocas cosas son tan placenteras como salir por la noche, fijar la cabeza hacia la bóveda celeste y ver una creación fabulosa, y a la vez, suspirar y pensar en la divinidad de quien te hace sentir que la Luna es tuya y que nada en el universo es tan mágico como esa compañía. 

Curioso. Curioso es que un año que trajo penumbra y momentos nubosos, hoy justamente se sienta luminoso, radiante, despejado en el cielo y en la tierra; se sienta tan diferente a cuando empezó todo, y además de ello nos haga sentir como si tuviéramos un millón de dólares, aunque los bolsillos estén vacíos. 

Ahí está entonces, la figura de la Luna llena, la Luna del Cazador reflejada en una pupila, reflejada en una sonrisa y reflejada en un corazón noble y digno de todo brillo. Ahí está la figura de la Luna, brillando con nosotros y no sobre nosotros, brillando como sólo se brilla en ciertas ocasiones, como cuando uno estalla de alegría y ve la vida más colorida. 

Es pues, esta época del año, la mejor de todas, una en donde se disfruta seguir vivo y donde se agradece haber estado en el momento preciso y justo no para tomar fotografías del paisaje nocturno, sino para hacer de cada escena un paisaje nuevo, algo tan único como las sonrisas del día a día, o las voces de despedida que se guardan en el pecho justo después del abrazo que promete un nuevo encuentro con la Luna misma. 

¡Hasta el próximo jueves!

Postdata: Llegado octubre, nada puede ser más perfecto. Ni el clima, ni las compañías. 

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