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Letras y Memorias

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Cuando nace el Otoño

Nos ha alcanzado un viento nuevo. Sopla ya sobre las cabezas y despeina toda cálida sensación que tal vez haya dejado el verano y, muy lejos quedan ahora, los días de mayo. 

Ha llegado el viento frío que cubrirá con su indiferencia las semanas pŕoximas. Ha llegado el viento inmisericorde que sacudirá los esqueletos a partir de hoy y hasta que el frío miserable llegue, allá por la tercera semana de diciembre. 

Se van con la partida del verano los días más lúcidos, aquellos de pasión y fuego matutino, de sudor recorriendo el músculo marcado y la piel tensa erizada luego del susurro en el oído. Se han ido entonces los suspiros románticos y es que, el otoño vino a eso: a robar el aliento que aún poseía la vida y, con ello, nacer justo en medio de los árboles cansados y la palidez del cielo. 

Divisa uno hacia las aborregadas nubes y, una mueca se dibuja en la boca mientras la cabeza se agacha. Allá van los suspiros creados en verano, allá van, mecidos ahora en los brazos portentosos de una estación que necesita de ello para reinventarse, porque la magia del otoño yace en su despiadada sed de pena, y es que uno siente lástima por la vida que se apagará en un verano, con la promesa de reencarnar ahora disfrazada de cielos púrpuras y noches gélidas. 

El otoño tiene esa mística, y quizás por ello es que le amo tanto. En el otoño uno puede verse reflejado y es que, llega un punto en la vida, en el año, en que las caminatas de verano ya nos dan más fatigas que placeres, y los besos vacíos dejan de gozarse porque descubre uno que eso no es lo que el alma quiere. Con el otoño mirando fijamente nuestras pupilas, acabamos cediendo y aceptando que como en todo ciclo, de pronto a nosotros igual nos ha llegado el día, nos ha llegado el momento de andar con más calma, con más frialdad, con más voracidad por la vida, porque así como los suspiros murieron para darle aliento a octubre, así nosotros pasaremos a mejor vida cuando el romance cursi se drene por las costillas. 

Creo que es eso lo que amo del otoño: que mientras nos drena las memorias cálidas, nos vuelve fríos pero sinceros. 

Ha iniciado ya el cambio de ciclo, pero lo mísero es que este no durará por siempre, porque luego de la Melancolía de Otoño, nos abrazará la Depresión de Invierno. Vendrán entonces días más fríos, pero fríos no porque la temperatura pueda caer a niveles bajo cero, más bien serán gélidas jornadas, porque cuando uno llega a este punto, a este momento en que renace a partir del calor perdido, deja de necesitar de ciertos mimos, deja de querer labios encendidos recorriendo la piel y dando brillo al cuerpo palidecido. 

Ha iniciado el cambio de ciclo y, lo verdaderamente noble, es que hemos gozado del fuego veraniego y hoy, justo este día, nos dejamos llevar por la mística voraz e inerte de las lunas próximas de octubre y los fríos sepulcrales de noviembre que se acercan galopando este universo para devorarnos, y con ese acto sacro, darle vida nueva a todo lo que ya la había perdido. 

¡Hasta el próximo jueves!

Postdata: Que sean de gran gozo los días fríos, que haya calidez aún en ellos, sin importar si llega un abrazo o se enciende un cigarrillo. 

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