
Sigue tus pies
¿Cuántas veces hemos perdido el rumbo sin tener a la mano una brújula? ¿Cuántas veces hemos andado por una calle u otra y, al final, nos vemos perdidos? Puede que no muchas, puede que demasiadas, pero en definitiva esos caminos que un día van y al otro regresan, son todo cuanto necesitamos para no quedarnos encerrados ante el mundo que apenas vemos, que conocemos.
Entonces, es común que saliendo a tomar algo de aire, y en una noche de cielo despejado, los recuerdos se vean agolpados en la mano que sostiene el cigarro y se pierde paso a paso, metro a metro recorrido sin que, necesariamente, sepamos qué está pasando. Andamos simplemente por ahí, por una ruta conocida, porque la hemos recorrido centenas de veces, porque en ese tramo hemos visto gatos de mirada misteriosa, niños jugando en medio de los baches y autos pasando con cierta sospecha y lentitud; pese a todo ello, hoy precisamente no sabemos nada.
Avanzamos un poco, clavamos la mirada en el cielo negro y suspiramos. Puede que tal vez apenas hayamos salido de la oficina, puede que tal vez estemos buscando algo para cenar o simplemente queramos echar un vistazo a las maravillas que la ciudad nos ofrece, pero el sentido de todo esto es que, nada tiene sentido cuando perdemos la claridad y certeza del camino.
Andamos por esta vida con la razón puesta en sobrevivir, en cruzar la calle cuando el semáforo lo permite, en contar los minutos que apenas nos sobran para llegar a uno u otro punto y, tristemente, igual andamos por la vida sin entender que cada que pensamos en tonterías, estamos perdiendo un poquito el rumbo y el tiempo.
Y así, una noche como otras más, se opta por recorrer las calles conocidas y simplemente andar, dar un paso adelante y luego otro más y otro. Subes por el sitio de siempre, a la derecha el mismo edificio lleno de barullo y luces estilo disco; en diagonal a la derecha con dirección al cielo, “La Luna de Plata” en su fase cuarto creciente; frente a la vista cansada un par de perros ladran y juegan… al final de la calle, vacío, nada.
Así pierde uno el camino de vuelta a casa y todos los pasos próximos luego de ese cruce donde aún había lucidez. Así vaga uno por un mundo conocido apenas, que tristemente se desvanece un poquito más con cada día que nos encierra un fantasma viral.
Andamos y andamos y, pese a andar, hemos olvidado cómo volver a casa. Hemos olvidado las calles donde juegan los niños, los cráteres lunares presuntamente parchados por el ayuntamiento y hasta los olores de la garnacha nocturna que busca confortar las barrigas tristes. Andamos sin saber andar porque aún con una brújula este mundo ya no nos parece igual.
Y entonces, cuando la vista parece cansada y los ánimos pesados ante tal niebla mental, percibimos un susurro en el viento que nos guía por el camino de vuelta a la cama; “si no sabes cómo regresar, sólo sigue tus pies, ellos te llevarán”.
¡Hasta el próximo jueves!
Postdata: Nunca dejemos de andar, se vive mejor caminando.
Mi Twitter: @CamaradaEslava