
Un respiro de soledad
Poco recordamos de los días en que el barullo externo era nuestro barullo también. A decir verdad, somos cada vez menos los que recordamos cómo era nuestra vida antes de que alguien experimentara con caldos de murciélago y demás mitos que terminaron por abrir una caja tan nefasta como la de Pandora.
Somos entonces, muy pocos quienes recuerdan cómo era tener que ir atiborrados en una combi a las 6:20 de la mañana esperando llegar pronto a la escuela o trabajo; pocos recordamos cómo era la vida antes de que los aforos siempre estuvieran limitados y el bar favorito cerrara cuando aún no estamos suficientemente ebrios como para caminar de vuelta a casa, al no tener un quinto para el taxi metropolitano que, a final de cuentas, igual no nos querría llevar al destino solicitado.
Sin embargo, no somos pocos los que hemos tenido que reinventarnos y salir de tropiezos y baches tamaño Pachuca, para darle la vuelta a las páginas de este calendario 2021 y, con la fortuna sonriendo bajo el cubreboca, agradecer por cuanto tenemos y valemos, como no pudieron hacerlo muchos más que se han ido apagando en el respiro y la esperanza de haber vivido un sueño terrible, y ya.
Cuando pienso en la vida de antes, la que se vivía sin gel antibacterial ni sana distancia, apenas soy capaz de asimilar que un par de años atrás el verano era benevolente y mágico, porque la magia brotaba de todos lados y hasta se materializaba pero, ahora, en plena tercera ola de Covid, asumo que esa magia no se apagó con la luz de un año, sino que mutó para ser ahora una nueva alegría.
Tal vez, sólo tal vez, era más que necesario el vivir esto para darle valor sabio a lo que tuvimos antes y no supimos aprovechar, como alimentos por montón, estabilidad laboral, canciones repetitivas en la oficina y libertad, porque penosamente la rutina nos hace vivir esclavizados añorando la oportunidad de morir gritando “¡libertad!”, como William Wallace.
Tal vez cada uno de nosotros necesitaba un breve respiro de soledad en casa, aislados de todo y todos, para entender que no hay mejor momento de dicha que amarnos tanto como para estallar y compartirlo con amigos, familia y gente nueva que un día ¡boom!, llega y te quita el sueño pero te siembra la semilla de la cual brotarán frutos como la risa y los suspiros tiernos.
Quizá, tal vez, mañana recordemos con nostalgia lo perdido pero podamos mirar hacia el atardecer sujetando nuevas metas y propósitos. Me gusta creer que justo hoy cada uno de nosotros está en el momento preciso y que, aún con las batallas a cuestas, todavía queda algo de pasión en nuestras venas como para darle guerra a la existencia y hacer de nuestra vida una obra maestra.
Me gusta creer que si hoy sonrío de nuevo, es porque todavía no estoy terminado y tengo un camino que andar luego de tantos descansos forzados.
Me gusta creer que también usted, lector, lectora, tiene sueños pendientes acá y debe materializarlos.
¡Hasta el próximo jueves!
Postdata: Ya quiero que llegue octubre con sus lunas, porque nada las iguala.
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