
Meine Augen
En apenas un parpadeo puede que la vida se nos vaya, o de pronto, florezca de nuevo como sacada de un tallo que brinda suaves pétalos tras la tragedia cruda del invierno. En apenas un parpadeo aparecemos en este planeta y a la vez, nos vamos agitando las manos con la mira puesta en regresar, pero sin saber cuándo ni dónde, o con qué propósito.
Trillado suena eso de que, “uno siempre regresa a donde fue feliz”, pues los retornos místicos no son cosa de mortales, sino de divinidades que en algún punto del universo nos observan. Más bien, eso de que uno regresa a donde fue feliz, tiene que ver con que la alegría es como una suerte de boomerang que, tras haberse largado lejos en el firmamento, de pronto vuelve a la mano que lo lanzó y traza una curva sonriente en los labios, nomás con el fin de acelerar el pecho ante la maravilla que resulta el vivir en armonía y plenitud una vez más.
Hacía un tanto que no estaba aquí ella, la felicidad, la alegría y la calma que uno siente y goza cuando come un helado, cuando el gato se acurruca en el regazo, cuando recibe flores, cuando escribe en un diario o cuando lee un mensaje puro que dice: “te amo”. Hacía mucho que no estaba aquí y ahora, ha regresado como ese boomerang que se supo lanzado, y tardó un poco en retornar a la mano que lo puso en órbita.
A veces somos un tanto extraños, pues con los ojos cerrados uno se aferra a aquello que le hace bien, pero con el pecho partido se aferra aún más a aquello que ya no se disfruta, pero que en una utopía absurda nos ilusiona con sensaciones que se han ido hace mucho tiempo; y también, con los ojos cerrados y menos necio, uno puede soltar ese lazo que cortó la circulación de los dedos, puede sentirse libre de nuevo y, tirando las penas por el infinito pozo de la tristeza, uno puede deshacerse de la penumbra y la figura turbia de aquella promesa vacía que se perdió en el océano.
Con ojos puros y de matices esmeraldas, uno recuerda que antes de hoy también tuvo vida, y uno rememora los pasajes, banquillos, noches y flores apreciadas antes y, entiende que a veces la felicidad regresa en forma de calidez y compañía, compañía que sin importar nada sigue, permanece y se mantiene. Uno entiende que ese boomerang que una noche se alejó, ha vuelto con toda la fuerza y el vigor del planeta para recordarnos cómo era sentirnos amados a diario, y más en una tarde de sábado.
Con una mirada esmeralda, uno recuerda que cada día es un nuevo milagro y cada palabra escrita es otra confirmación dulce de fe en el mañana, de armonía hoy y de quietud en la cama mientras los sueños nos abrazan.
En apenas un parpadeo, los seres humanos caemos a mereced de designios divinos que nos arropan estando desnudos o cobijados; en apenas un parpadeo amamos, reímos, lloramos, andamos, caminamos, exploramos, sentimos, vivimos y morimos… y basta también un parpadeo para entender que llega un momento en la vida de los hombres y mujeres en que, ningún daño y ningún año son suficientemente profundos y turbios, como para resistirse a un corazón de luz y un destello esmeralda en los ojos de la compañía amada, en los ojos nuestros sabiéndose rescatados del abismo de la nada.
¡Hasta el próximo jueves!
Postdata: Ti voglio bene, cuore.
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