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Letras y Memorias

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Letras y Memorias

La impureza de la vida

¿Recuerdas perfectamente esa mañana? No existía gran diferencia entre aquel día y el resto de los anteriores días. 

Despiertas con tedio y anhelando desatar las emociones con algún mortal indefenso, queriendo correr con la brutalidad y libertad de una estampida en la sábana, queriendo jugar a ser un tirano y cruel emperador. 

El desayuno es magnífico: nada. Al menos no mientras sales a desperdiciar un par de horas junto a personas que aborreces, y que además, ni siquiera conoces y mucho menos te interesa conocer o volver a mirar. Vives dos horas distante de ti pero, ¿qué tanto pueden ser dos horas, si te has sentido ausente durante temporadas más largas y tortuosas? Eran nada. Nada como esa ilusión por respirar una bocanada más… nada, como aquello que habita en el corazón.

La sutileza y amargor del café soluble te brindan poderes sobrehumanos que después de todo, no son más maravillosos que el ladrido de un perro. Te rodeas de belleza pero, irónicamente, no sabes qué es lo que debes apreciar. Como ambientación, gritos estruendosos y manotazos, voces roncas y furiosas, todo combinado en un sólo barullo que te incita claramente a realizar un par de cortes sobre la piel que se jacta de cubrir las muñecas de ambas manos, o tal vez, la invitación era para cortar un poquito a la altura de la yugular, no lo sabes. 

Como sea que fuere, lejos está de ti el filo del cuchillo. Te frustras. Recuerdas la enorme cobardía con que vives y todos los sentimientos anteriores se esfuman. Para hacer más cálido ese deseo de respirar tres metros bajo tierra, una serie de pistas musicales crean un asqueroso eco en la habitación. 

Rezas porque tus alimentos tengan cianuro o cicuta. Buscas una puerta hacia el inframundo, nada.

  • Si desde el principio hubiese sabido que venía a este mundo a morir, yo mismo habría enredado el cordón umbilical alrededor del cuello -.

Te da pánico elegir, pensar siquiera en tener que decir “adiós”, cuando ciertamente no has terminado de conocer y saludar por vez primera a muchas manos ansiosas por verte. ¡Qué pesadez! 

Reflexionas con la mirada clavada en un cielo gris si hay motivos para ir hacia adelante, buscas y rebuscas sueños, musas y amor. Sabes la respuesta, pero prefieres guardarla, porque es idéntica a las ventanas de tu recámara: nada.  

La vida te parece simple y vacía, lo que te rodea al parecer es muy poco.

Finalmente, luego de un muy profundo meditar que has acompañado de desesperación y rabia, buscas la salida difícil y te llenas de píldoras y tabletas y todo cuanto puedes ingerir. Llenas la barriga de figuras y aromas, colores y sabores, químicos… todos ellos fusionados en un apetecible platillo. 

Un buen sorbo de vodka, y se ha consumado tu sueño: ya duermes tranquilamente. El débil y suturado corazón se rinde así como tú te rendiste frente a la vida y, luego de tan penoso espectáculo, dejas de existir.