La calma entre la tempestad
- “Las pesadillas también se convierten en realidad”
Cuando pasan los días, las semanas y meses, es para uno muy grato recordar cómo es que en otros momentos las experiencias resultaban más dulces y armoniosas, y queda entonces ese suspiro dulce elevado al viento que con toda intención habrá de llegar al destino esperado.
Hoy, en medio de un confinamiento obligatorio, la cabeza maquina memorias, letras que se escapan un poco, pero que aún no aterrizan en las páginas esperadas o pensadas.
La cabeza y el corazón se transportan a días en que la calidez de las personas amadas permanecía en nuestros pechos y las manos dejaban un rastro de cariño por los cabellos de quien revoluciona las vidas vividas.
El cuerpo extraña ese amor manifestado en forma de risas y en forma de apapachos, de pláticas largas y unos cuantos tragos; se extrañan las canciones cantadas junto a la familia, amigos y desconocidos.
El confinamiento puede que nos tenga terriblemente mal, o puede que nos haya renovado en lo espiritual y mental, aunque siendo francos, a estas alturas ya no sabemos qué opción sería menos turbia y dolorosa, pues por un lado añoramos la vuelta a esa “nueva normalidad”, y por otro, nos hemos vuelto esclavos gustosos de quedarnos en casa usando pijama hasta la tarde.
El confinamiento nos pone, al dormir, sueños similares a las escenas de “Los Juegos del Hambre”, aunque la diferencia radica en que los personajes son más dulces que en esas cintas y libros, pues en la cabeza nuestra hay un rostro conocido que guía los pasos hacia la liberación y salvación que un abrazo, una mano sujetando nuestras esperanzas, y un beso deseado durante larguísimo tiempo, nos despiertan con una sonrisa en la cara y con el pecho estallando de emoción queriendo repetir la ilusión una noche más.
¿Qué hay de malo en todo esto? Lo mismo que hay de malo en otras cosas que la mente crea: esa irrealidad, esa nula posibilidad de tornar en ciertos los juegos utópicos que la imaginación nos pinta siempre que despertamos y ese ángel caído del cielo no está respirando a lado nuestro.
Lo malo de los sueños es que las pesadillas pueden aparecerse como ciertas también, porque a pesar de su terrible naturaleza, no dejan de ser parte de lo mismo, parte de lo onírico que agobia nuestras cabezas al cerrar los ojos y esperar que esta grisácea realidad, deje de existir para darnos paso a un nuevo mundo en donde todo renazca: el amor, la vida, la fantasía, la alegría y la esperanza…
Y así es como transcurren las noches posteriores al trabajo. Así se mueven, como piezas de ajedrez esperando que la movida siguiente nos lleve a la conquista del imperio contrario, uno cimentado en ansiedad y penumbra, uno que requiere apenas de un empujón para desmoronarse.
Así transcurren las noches de quien se ve desgastado por las ilusiones en su cabeza, por esas que lo colocan en una vida nueva junto a todo lo amado, añorando entonces que así como de la nada todo apareció, así se desvanezca, de la nada, como si de un mal sueño se tratase, uno que ha durado más de lo necesario, y que se ha cobrado ya decenas de miles de vidas que se esfumaron en la misma esperanza nuestra: la de una realidad nueva y libre de temores virulientos en el ambiente.
¡Hasta el próximo martes!
Postdata: Simplemente gracias, a quienes aún están conmigo; a quienes aún están con nosotros.
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