
Abismos y cumbres
Llega un día en que el espacio nos resulta insuficiente y con extrema desesperación intentamos salir de esa prisión en que nos encontramos. Avanzamos unos cuantos metros y cuando estamos cerca de lograr la libertad que predicaba William Wallace, nos detenemos abruptamente; hay un acantilado frente a nuestros ojos.
Vemos hacia abajo y ni siquiera es posible distinguir algo, porque la profundidad de lo que nuestros pies conquistan, luce vasta, nubosa, con toques tan oscuros que la oscuridad misma palidece en ese infierno sin llamas al que nos habremos de referir como “miedo”.
Dicen por ahí que si uno busca un milagro debe sustituir ese miedo por fe. Y entonces, con el eco de esa frase sonando dentro nuestro, nos lanzamos al vacío buscando que en esa profunda caída, nos crezcan alas o un ángel aparezca mientras con los brazos abiertos disfrutamos de la oscuridad que los miedos nos ofrecen y, es entonces cuando notamos que el milagro no es una manifestación sobrenatural con trompetas celestiales o coros, más bien el milagro ha sido seguir vivo mientras caemos y esperamos levantarnos.
Da uno un salto de fe y entonces, cuando la niebla parece más densa conforme caemos, terminamos por entender que en ciertas situaciones para llegar a la cima debemos conquistar la profundidad primero, debemos conquistar lo más recóndito del espacio para alcanzar esa cumbre nevada que nos ponga el mundo en la palma, y los anhelos a los pies.
Hacia las profundidades hemos caído, en las profundidades nos hemos mantenido y todo con la dulce esperanza de que, en la hora menos esperada, esa caída permanente del último año nos lleve paradójicamente, a la cima del cielo si es que este tiene cima.
¿Para qué caemos? Naturalmente para levantarnos. ¿Por qué peleamos? Pues para no tener que hacerlo mañana de nuevo. ¿Por qué estamos? Porque queremos y podemos, porque lo valemos y merecemos. ¿Por qué a estas alturas seguimos preguntándonos cosas absurdas?, cuando lo ideal debería ser disfrutar lo que hoy hay, y mañana quién sabe.
Henos aquí. Con el alma pendiendo del hilo del miedo, con las manos vacías de monedas aunque por dentro estemos llenos; con la fe puesta ya no en Dioses sino en actos; con la vida nueva al alcance de un salto.
Y es así como vamos por esta vida, con lo queda de la nuestra. Persiguiendo la promesa de un mañana mejor que el ayer, y de una paz que no ofrece paloma alguna ni el arcoiris después del diluvio universal; vamos por este mundo queriendo navegar por otros mares en Marte o gozando las lluvias de diamantes en Saturno y Neptuno, cuando acá el milagro es que con todo en contra para vivir y sobrevivir, seguimos y estamos.
Es esa la naturaleza del ser humano: querer lo que no puede tener, y no permitirse disfrutar de ese salto de fe que en la caída hacia su abismo personal, lo pueda poner en donde debe estar, más no en donde quiere caer.
¡Hasta el próximo miércoles!
Postdata: Es válido saber que a veces, para alcanzar el cielo, uno debe caminar por el infierno.
Mi correo electrónico: osmareslava@plazajuarez.mx/historico/historico
Mi Twitter: @CamaradaEslava