
Buen viaje
Hubo alguna vez un destino que nos parecía lejano del punto en que nos encontrábamos. Lo veíamos lejos, muy lejos de nuestros pies, pensábamos que al primer intento de zarpar hacia el sol ocultándose, los huesos extrañarían el polvo del terruño que nos había visto nacer y caer al intentar andar por primera vez.
Hubo alguna vez en que caminar más allá de la frontera que nuestros propios miedos nos había trazado, resultaba en un paseo que no tendría retorno, en un suicidio incluso, si uno se torna más fatalista. Sin embargo, también hubo una vez en que ese justo miedo fue el impulso que nos llevó a cruzar mares, subir montañas y encontrar miradas.
Algún tiempo atrás, cuando la vida y el tiempo se medían distinto, nosotros nos encontramos y el espacio hizo de las suyas para acogernos del frío invernal de aquél sitio al que solemos referirnos como “hogar”. No era tan dulce quizás, pero en la penumbra de una tarde helada supimos que el destino final del ser, es poder de vez en vez renacer.
Le recuerdo bien, le recuerdo con la chispa mítica que tiene un ángel hecho mujer, o quizá no recuerdo del todo, pero me gusta pensar que en esta ocasión la mente no ha sido cruel y puedo ver aquel rostro caminando conmigo hacia muchas partes, siento en efecto, ese rostro adornando cielos en llamas y noches de luna clara, de estrellas interminables y de bosques verdes.
Le recuerdo con la devoción con que un mortal pide por sanación a una figurita de yeso sin mayor virtud que el estar en el templo idóneo y hechizando al fiel creyente de que la magia es real, aunque la única magia celestial que recuerdo, tiene que ver con muertos que viven de nuevo y aguas de Oriente purificadas en vino. Recuerdo bien ese rostro, y recuerdo mi devoción ciega también.
Y entonces hoy, a pesar de todos los recuerdos, no entiendo cómo es que la memoria se hace flaca, se debilita y nos permite olvidarnos uno a otro, esa mirada a mis ojos, y yo a ese rostro que juraba tener grabado en el cuerpo. Hoy, pese a la lucidez de las letras que ustedes leen, no entiendo de lo que hablo, ni entiendo lo que acabo de releer; hoy no entiendo nada, ni lo que es ni lo que un día fue, no entiendo que no entiendo, y no sé por qué.
Vayan ustedes por buen camino, encomiéndense al santo de Cristóbal que los llevará sanos por los ríos crecidos y, si me llegan a ver kilómetros adelante, no duden en grabarse mi rostro, porque hoy ni yo mismo lo reconozco.
¡Hasta el próximo miércoles!
Postdata: Buen viaje, que los ángeles los guíen hacia su camino, y que San Cristóbal les proteja en su recorrido.
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