
Seres Musicales
“Uno de los placeres más maravillosos que poseemos como humanos, es la música”. Eso pienso mientras acaricio al gato que se ha quedado dormido en mi regazo. Suenan unos acordes y con un suspiro se agradece la formidable demostración de pasión, talento y belleza, conjugada en piezas que nos llenan los sentidos de cabo a rabo.
Bendigo a la música, creación de los Dioses que sentimos los mortales, aquella que los elegidos por la Providencia ejecutan con gran magnificencia. Porque incluso hay diferencia entre quienes crean música, y quienes solo la disfrutan. Ellos, los creadores, son semi dioses que de alguna u otra forma, han ido por la historia erizando la piel de los más mesurados personajes; el mundo sin música colapsaría.
Nosotros, quienes sólo sentimos las notas, estamos condenados a vivir historias y repetir las mismas, siempre, motivados por una canción, un estribillo, coros y voces, coros. Pero sin duda, esta condena es igual de placentera como el beso que no dimos bajo la lluvia, al compás de la más sublime estrofa romántica. Esta condena es tan placentera como el momento en que sonidos estruendosos y desgarradores emitidos por el inmortal Kurt Cobain, nos extendían una invitación para romper cosas, o cortar arterias nuestras. Pocas condenas nos hacen sentir los placeres, que solo la música puede.
Desde siempre la música nos ha acompañado en la vida diaria, primero impulsada por la Iglesia, que contó con grandes exponentes dedicados a enaltecer la religiosidad de la época. ¿Cómo dejar a un lado la brillante ejecución de Bach y “La Pasión Según San Mateo”? Y sería un crimen que no admitiésemos que Mozart, es uno (si no es que el más grande) de los músicos que han deslumbrado. ¿Cómo olvidar a Ludwig van Beethoven y la magnífica novena? Amigos míos, en estas fechas, se sembraron los frutos que hoy todos gozamos. Reyes y emperadores, nobles y duques, la plebe misma extrañará esta dulzura.
Al paso de los años, continuaron surgiendo personajes en todo el orbe, que se basaron en la música para ir marcando su peculiar destino, y así, forjar su leyenda. En nuestra patria, el “Flaco de oro” Agustín Lara y sus románticos boleros, en el norte, Louis Armstrong revolucionando el jazz con su trompeta, mientras “La Voz” Sinatra, robaba el corazón de más de una mujer. Aunque estos ilustres nos llevaron a otro nivel melódico, no fue sino Elvis, quien hizo que las masas se aglutinaran una vez más. Como diría don José Alfredo: “Sigue siendo el Rey.”
Como seres sociales y musicales, siempre hemos buscado proyectarnos en nuestros ídolos, ya sean de caverna o foro, los desgraciados y benditos son parte de nuestros sueños, nuestros lamentos y ambiciones; representan todo aquello que nosotros, por causas desconocidas, no conseguimos ni buscamos. Y la máxima proyección de muchas generaciones, ha sido un cuarteto de músicos proveniente de Liverpool: The Beatles. Más famosos que Jesucristo mismo, llegaron para quedarse. Ídolos de la cultura británica y mundial, impusieron moda en todos aspectos, hoy en día existen “beatlemaniacos” en todo el mundo, son los únicos seres que sobrevivirían a una guerra nuclear, son como John, Paul, Ringo y George; simplemente no van a desaparecer.
Aunque, siendo franco, me choca un poco elogiarles tanto; pues pasamos tanto tiempo pensando en ellos (como yo ahora mismo), que olvidamos a los Hendrix y a los Marley, olvidamos que bailamos con el ritmo de la chica material Madonna, o con las pegajosas coreografías de Michael Jackson. Olvidamos que hay cientos de semi dioses allá afuera, quienes conquistan el mundo y generan pensamientos profundos en la sociedad.
Nos olvidamos de los rebeldes de Londres y Nueva York que desafiaron a la reina y al Estado respectivamente, para engendrar el punk. La música se ha prostituido de forma abrupta y en nuestra era, los semidioses de los que hablo, van cayendo poco a poco, pero quienes jamás vamos a caer, somos nosotros, los mortales que vibramos gracias a creaciones reales y sublimes, quienes agitamos las cabezas en señal de aprobación.
Entonces, abatido por la tristeza, espero que la Divinidad nos permita continuar estremeciendo los tímpanos con piezas dignas, que cada día los Creadores reencarnen en nuevos espíritus sonoros con el único propósito, de condenarnos otra vez a las estrofas del romanticismo y el odio, de la nostalgia y la alegría, de la salud y la tragedia enfermiza. Porque creo fielmente que la música hace más que llenar nuestros oídos; creo hasta la muerte, que la música llena nuestra alma.
¡Hasta el pŕoximo miércoles!
Postdata: Escribí esto mientras tarareaba canciones de The Beatles, Led Zeppelin, The Cure y Eminem.
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