Letras y Memorias

¡La última y me voy!

Contando los minutos faltantes para que este lapso que lucía infinito se acabe, llegan a nuestras manos las lágrimas caídas luego de esas memorias que nos sacuden la mente, y los ojos se inundan entre la dulzura y amargura de esos sabores variados que nos dejaron las últimas 364 jornadas sumidos en este mundo. 

Caen de a poco las lágrimas que se pasean por las mejillas y sucumben en la sonrisa cuando la memoria es benevolente, y en los zapatos cuando preferimos darle vuelta a una página; caen las lágrimas así como caen estos minutos, anticipando que el 2020 que tanto mal nos hizo, se derrumba entre las esperanzas de que el 2021 sea al menos más cálido que los meses vividos antes.

Al final mueren esas esperanzas, y de nosotros depende mantenerlas vivas, porque ya lo dije antes, rememorando a la tenaz Jyn Erso: “Las rebeliones se construyen desde la esperanza”. Frase certera para animarnos a encender una chispa que sea ese cambio tan urgente para el 2021, pues los milagros no caen como lluvia, y para que sean posibles, uno mismo debe hacerlos.

Ya han caído todas las lágrimas posibles, los ojos se han hinchado y la vida nos ha golpeado tanto que una que otra costilla se ha visto herida, pero aquí estamos: más rotos que completos, pero con las piezas en las manos y con la esperanza intacta para poder renovarnos, uniendo las piezas que a lo largo del año se fueron cayendo, encontrando algunas nuevas que de a poquito van a ir embonando… evolucionando.

Nadie tiene esa fórmula mágica para sanar las heridas que el apocalíptico 2020 ha dejado, las huellas están presentes en nuestros pasos y esas cicatrices de la piel son el mapa que nos recuerda de dónde venimos y hacia dónde vamos, así como a dónde no debemos volver.

El 2020 ya dejó su huella, las marcas están y los guerreros caídos en esta atípica batalla, nos cuidan desde arriba, desde sus nichos en el cielo, con sus corazones encendidos mientras esperan que quienes quedemos en pie, dejemos las quejas y dolores de lado, y levantemos la cabeza hacia la única grieta capaz de cambiarnos el ánimo: la de el destello esperanzador de recuperarnos junto a quienes nos aman, y amamos. 

El mundo duele menos cuando lo revolucionamos en las cabezas, cuando cambiamos todo lo que conocemos y jugamos a crear nuevas viñetas, encuadres distintos y hasta personas ajenas; el mundo duele menos cuando nuestra diversión y pasión se mantiene alojada en la imaginación, magnificada por los latidos del corazón y exaltada ante la vista de una villa llena de emoción. 

Es esta la última columna del año, pero si los dioses lo quieren, no será lo último que mis dedos escriban, si los dioses quieren yo a ustedes les contaré nuevas venturas y desventuras en días próximos, porque el camino así es.

¡Hasta el próximo año! 

Postdata: Envío mis mejores deseos a todos quienes leen este espacio, y a quienes no, también. Que haya mucha luz y fuerza en sus corazones, que sus anhelos lleguen y las bendiciones caigan por racimos. 

Mi correo: osmareslava@plazajuarez.mx/historico/historico

Mi Twitter: @CamaradaEslava

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