Letras y Memorias

Así está creado el mundo

Con la visión fija en un futuro cercano que, absurdamente se vuelve distante conforme llegamos a él, como si se tratara de la paradoja de Zenón de Elea y la competencia entre Aquiles y la tortuga, aterrizó mi pensamiento en un punto poco nítido de este globo al que llamamos “hogar” por mera fortuna, o destino quizás. 

Clavada la mente en esa resurrección propia de la época que uno recién gozó, llueven meteoritos de anhelos y la cabeza se sacude por palabras cálidas que aún no llegan pero que habrán de hacerlo, no hoy ni mañana pero sí algún día, 

La mente es aliada y enemiga de quien un día creyó conquistar este espacio gracias a palabras, gracias a letras y memorias, sin terminar de asimilar que la tinta y las decenas de cosas impresas entre martes y miércoles, palidecen cuando la real memoria nos supera y nos vuelve prescindibles en esta dimensión agitada por la ira, la pasión trunca, el desamor y las lágrimas de adiós. 

Hoy, casi un año después del comienzo de todo, puedo decir con mucha emoción que el final es el principio, y que el nudo infinito de palabras que ustedes tal vez han admirado y yo he detestado, habrá de retornar al punto inicial, y entonces lo que ya fue será de nuevo y lo que aún no es, pasará; todo es un enorme círculo que a su vez se enreda en nuevos caminos pero que, de ninguna forma se termina, porque cuando finalmente creemos que la salida del laberinto se ve próxima, entonces los Dioses nos ponen a prueba y nos encierran en prisiones dulces mientras una mascarilla nos quita los suspiros que aún viven en nuestros esqueletos.

El reloj avanza, y aunque se asume que todo se mueve siempre hacia el frente de la nariz, el déjà vu de sabernos enredados en un ciclo sin fin, aterra a quienes no están listos para soltarse de la mano invisible que rige los destinos. El pánico a ver de nuevo algo que ya nos ha dañado, es seductor para quienes creemos que la vida brinda oportunidades nuevas con personas idénticas, o al menos eso retumba en el pecho mío.

Nada tiene sentido una vez que el otoño te abraza y se anida con sus gélidos ambientes en la debilidad de las costillas; nada tiene sentido una vez que las flores en la piel palidecen y se convierten en cráneos vivos que recuerdan la fragilidad del ser ante el majestuoso tiempo, y la temida guadaña de la muerte.

Nada tiene sentido para el dadaísmo de una voz que hoy ve cómo ha pasado un año casi, desde que sus memorias y letras fueron acogidas en las páginas de este palacio periodístico y literario que usted tiene en sus manos, que usted compra y disfruta leer a diario; Plaza Juárez ha sido esa ventana que terminó por mostrarme la rosa de los vientos y que, ha encausado las ambiciones de este hombre que les habla a través de líneas, cada semana, al menos en teoría.

Se pierde el sentido de todo texto cuando uno se nubla del pecho, pero quizá, sólo así es “el yo” termina por descubrir momentos menos funestos que los que significan verse sumido en la esperanza de que la pandemia, sea más benevolente, cuando la triste verdad, es que esa mano letal, ya nos ha quebrado uno que otro hueso. 

¡Hasta el próximo miércoles!

Postdata: El mundo fue creado así, pero en nuestras manos tenemos moldearlo de acuerdo a nuestros ideales y sueños. 

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