Haciendo el camino
- “Aquí iría una frase poderosa, pero justo hoy no encuentro poder alguno que me ayude a reflexionar; así que todo lo dicho vendrá de quién sabe dónde”
A medida que uno camina estas pálidas vías, se nos pierde un poco del fulgor estelar que en otras ocasiones nos mantenía radiantes bajo el arrullo de una noche fría, de esas otoñales que significan la dulzura de los últimos días de septiembre, que si bien antes valían una cosa, hoy tienen un significado nuevo, festivo y armonioso.
Agosto hoy ya no tiene validez porque hemos cruzado la mitad del mes y cuando menos lo notemos, septiembre estará frente a nosotros, alrededor nuestro y con esos vientos de cambio susurrando en nuestros oídos palabras de aliento mágico, de esperanza y anhelos suaves.
Camina uno entonces por una vereda más angosta que la que dejó atrás el mes previo, pero con la promesa de alcanzar un valle nuevo, un oasis aguardando a mitad de la nada y, en donde todo receso y pausa, serán bien recibidos para los pies fatigados de los cardos y esas piedras sorteadas que pese a todo, dejaron marca en la piel y ahora buscan anidarse en cada planta nuestra,con cada avance o retroceso.
Hoy no entiendo del todo cómo es que funciona este mundo, sólo sé lo obvio: que gira a miles de kilometros por hora sobre sí mismo, que a su vez gira como en una suerte de carrera galáctica alrededor de una estrella diminuta a la que le decimos “Sol” y que, irremediablemente, fue olvidado por las deidades creadoras que dejaron la semilla aquí y huyeron a otros confines estelares; es decir, hoy mismo no sé nada sobre este mundo y sus misteriosos hilos.
Pero, de una cosa estoy seguro: pase lo que pase con esta masa celestial llamada “Tierra”, depende de uno lo que ocurra con el cuerpo propio, depende de uno lavar la cara que ya se ensució con lágrimas y mirar hacia septiembre, esperando que el mes venidero traiga consigo alguna suerte de bendición en alguno de sus 30 días, quizás no en el primero pero sí en el 27…
Y así pasa una mañana más, una que no tiene café en mi taza, ni cereal en el tazón, pero que gracias a algo o alguien, se ha vuelto llevadera y no pierde el brillo; así comienza el final de este mes, la segunda vuelta de agosto que se nos ha ido entre las manos como las arenas del tiempo que se pierden en la inmensidad de algo que resulta infinito para la cabeza humana.
Así, de a poco, le damos vuelta a la página del 2019, de los meses de pandemia y de las noches en que recién comenzábamos a perdernos en el fulgor de una imagen distinta a lo visto y conocido; así es como espero septiembre, contando los días que faltan para que llegue el otoño y suene Vivaldi, esperando que cuando acabe el mes próximo, nadie me despierte de esta ilusión que hoy he creado para mantener arriba el ánimo y recuperar la fe en este mundo y su gente.
Ya viene el otoño, y aunque algunos lo toman como el agonizar de una vida a la que llaman año, otros lo tomamos como el alumbramiento de mejores épocas y fechas, porque de alguna forma, el otoño se parece a mí. ¡No tardes mucho, septiembre! Que ya me quiero abrazar a ti.
¡Hasta el próximo miércoles!
Postdata: Los planes del invierno, forzosamente pasan por septiembre… ¡Sorprendeme con una sonrisa!
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