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El juego final

Llegamos a un punto crítico en medio de la pandemia, pero resulta más crítico aún saber que no estamos siendo solidarios con los cuidados

Hace un año, el niño que hay en mí se emocionó hasta los huesos con el estreno de una película llena de superhéroes y efectos visuales en cada secuencia.

Luego de una entrega como “Guerra del Infinito”, en “El Juego Final” uno esperaba muchas cosas: tragedias y cosas lindas a lo largo de esas dos horas en que el alma estuvo pendiendo de un hilo, añorando que el fin no llegara.

Ahora, un año después de ese chasquido revertido gracias a la mano del filántropo millonario Tony Stark, nos acontece otra guerra que parece aún más pesada que la que sostuvieron nuestros héroes “gringos”, en contra de un titán morado y sus piedras eternas.

Un año después del juego final, hemos entrado en otra fase donde parece que ni los poderes celestiales del trueno, ni la bondad de un corazón levantando un martillo encantado serán tan poderosos al enfrentar al titánico Covid-19, como sí podría serlo el poner en práctica todo lo que el extraño Doctor López-Gatell, anima a que realicemos.

Pero, pese a esos mensajes interdimensionales y la ruptura diaria en el espacio tiempo de nuestra realidad, parece que lo que el ojo de Gatell observa, en realidad no resulta importante para los ojos de los millones de mexicanos que aún creen que eso del coronavirus es un invento chino para apoderarse del mundo destruyendo la muy perfecta y sistemática economía capitalista, esa en donde todos viven como en el cielo, rodeados de maravillas y lujos terrenales.

Parece que nada de lo que hagan el Doctor Gatell y su multiverso que evita propagar la locura -y la pandemia-, es suficiente cuando uno descubre las aberraciones que al menos en esta capital hidalguense, ocurren.

Quienes no podemos parar ni quedarnos en la comodidad de nuestras casas, nos sentimos mal al ir hacia nuestros centros de trabajo, y notar cómo los vecinos de las casas cercanas a la oficina, arman reuniones con toda su familia, con niñas y niños jugueteando en el patio y con la música de tamborazos y trompetas, retumbando mientras el alcohol circula como la sangre misma lo hace por el cuerpo.

Esos prototipos de humanos, lo ven a uno como si fuera el infractor o el peor de los portadores virulientos que hay. Creen esas personas que en la comodidad de su absurda reunión dominical, no hay riesgo de contagios, asumen que mientras más alcohol tomen, la desinfección será más efectiva.

¿Qué nos pasa? ¿Qué diablos estamos pensando? ¡Una sóla cosa se nos ha pedido hacer! Sólo debemos quedarnos en casa y esperar que el tiempo pase, debemos permanecer aislados con la intención de que quienes no pueden darse ese lujo, se sientan seguros también, nos sintamos protegidos.

Pero, cuando esperamos un poco de solidaridad y heroísmo, recibimos en cambio miradas despectivas, recibimos calles saturadas de autos y hasta reclamos por parte de la inconsciencia de una mujer que, sin mayor preocupación, pretendía entrar a un súpermercado con sus tres hijos, su esposo y su madre. Y cuando todo eso ocurre, uno realmente pone en duda la “humanidad” de la raza nuestra. 

Hoy, en nuestro propio juego final, en la Fase 3 en la que nos encontramos, sólo requerimos quedarnos en casa y dejar de cometer absurdos. No tenemos que luchar contra un ejército de Chitauris ni contra una Orden Oscura Alienígena, tenemos apenas que hacer caso al llamado de aislamiento social; bien podemos ser ese equipo de Vengadores que ganen la guerra contra el coronavirus, pero por lapsos parece, que se juega mejor en el rol de villanos. Por favor, quédense en casa.

¡Hasta el próximo martes!

Postdata: De todos los futuros posibles, sólo ganamos en uno, ¿a qué costo? ¡Quedándonos en casa! 

Mi Twitter: @SoyOsmarEslava