Las “puntadas” de Andrés Manuel

CONCIENCIA CIUDADANA

La siguiente “puntada” de Andrés Manuel fue la inclusión de personajes del viejo sistema a su equipo de trabajo y las candidaturas de su partido, MORENA. Eso si pegó en la llanura, porque muchos de quienes hemos seguido y apoyado la lucha de AMLO, teníamos como verdad absoluta la separación entre los buenos de morena y los malos del sistema.

Al calor de la contienda electoral, políticos, intelectuales y comunicadores han formado un frente común contra el precandidato que se perfila como ganador de la próxima contienda electoral.  En el fondo, lo sabemos, su intención es disminuir el enorme impacto alcanzado por los mensajes del candidato de MORENA en el ánimo popular; calificándolos de anticuados, absurdos e inviables, dado que, denuncian, su adopción auguraría un fracaso para el país en el caso de que “Lopitos” como desdeñosamente le llamó uno de éstos genios-, llegara a la presidencia.
    La verdad es que el personaje al que tanto desdeñan, ha tomado ventaja de sus contrincantes al ofrecer una oferta política singular pero viable y justiciera, en función a las necesidades y circunstancias que vive el país, para beneplácito de las mayorías silenciosas que ven reflejadas en las propuestas de López Obrador sus propias esperanzas y requerimientos políticos, económicos y sociales que sus contrincantes, formados en el tecnocratismo ideológico y académico del neoliberalismo, no comprenden ni valoran.
    Las “puntadas” de Andrés Manuel comenzaron a llamar la atención de la ciudadanía cuando éste, lejos de seguir el guión inventado y promovido desde los cuarteles oficiales en las dos anteriores elecciones en las que participó como candidato, se apartó del lenguaje de denuncia que utilizó en aquellas ocasiones.
Sabedor que la propaganda oficialista en los medios de comunicación y otros ámbitos se preparaban para enfrentar ese discurso, AMLO adoptó el viejo lema de los años sesenta “amor y paz”,  burlando la campaña sucia preparada  en su contra; al llamar a la población a la tranquilidad y la serenidad no solo como respuesta coyuntural a las descalificaciones de sus enemigos, sino por contar con una evaluación constante de la realidad del México de abajo; donde conviven buenos con malos, decentes con indecentes, bandidos con hombres y mujeres honestos.
En una dinámica donde distinguir o descalificar simplistamente bajo criterios legales resulta complejo, cuando no injusto; por lo que llamar a la tranquilidad y la serenidad resulta mil veces más comprensible y aceptable  para los de abajo que las promesas maniqueas del discurso oficial y sus candidatos basado en el combate al crimen organizado, el aumento de policías en la calle  y la cárcel a los delincuentes que, en los hechos, ha fracasado.
Lejos de amilanarse con los embates, AMLO colocó en la discusión pública otro tema desconcertante: la amnistía a la delincuencia organizada, arreciando la granizada de las descalificaciones en su contra. Acostumbrado a ser el centro del huracán, López…, se sostuvo en su propuesta incrementando la gritería de todo el espectro político, y aún de grupos de la sociedad civil y la intelectualidad nacional.
De nada ha servido, porque lejos de disminuir el interés público, AMLO ha incrementado las simpatías ciudadana y de expertos y conocedores del tema que coinciden  en que sólo con una medida de ese género -planeada y realizada sistematizadamente de acuerdo a  protocolos y procedimientos ya aplicados en otras partes del mundo-, puede detenerse la ola criminal que azota a México desde hace años, contando, claro está, con la participación de toda la sociedad y en especial, de las víctimas de ese terrible flagelo.
La siguiente “puntada” de Andrés Manuel fue la inclusión de personajes del viejo sistema a su equipo de trabajo y las candidaturas de su partido, MORENA. Eso si pegó en la llanura, porque muchos de quienes hemos seguido y apoyado la lucha de AMLO, teníamos como verdad absoluta la separación entre los buenos de morena y los malos del sistema.
Desde el poder, se consideraba justamente lo contrario; es decir, que los “morenos” eran por esencia no solo tontos sino fanáticos y equivocados y que ellos eran listos, inteligentes  y acertados; posiciones maniqueas que  AMLO vino a echar abajo no sólo por conveniencia electorera ( ya conocida por sus simpatizantes y seguidores en Hidalgo cuando decidió apoyar a José Guadarrama Márquez quien, tras alcanzar una senaduría, abandonó a su suerte a Andrés Manuel  y que hoy  intentará llegar al Senado por tercera ocasión cobijado por el Frente formado por PAN y PRD);  sino porque antes que cualquiera, percibió que el oportunismo  y la inconformidad actual de la clase política con sus propios partidos, puede actuar efectivamente para su colapso, siguiendo la fórmula homeopática de que “veneno mata veneno”.
Un caso en especial ha puesto de uñas al sistema: el del Napoleón Gómez Urrutia, líder de los trabajadores mineros y siderúrgicos de todo el país, quien desde hace 10 años se encuentra en Canadá donde se autoexilio tras de que Vicente Fox inició una embestida en su contra por haberse confrontado con el Grupo Minero México, poderoso consorcio empresarial, quien intentó convertirlo en mero instrumento de sus negocios y tapadera de los malos tratos dados a los mineros.  Napito –como se le conoce por ser hijo de Napoleón Gómez Sada, de quien heredó el imperio sindical que aún detenta- lejos de amilanarse con la embestida oficial que ha durado hasta nuestros días, continuó manejando a larga distancia a su sindicato de industria, y ademá, se ha convertido en un personaje importante del gremio minero canadiense e internacional, logrando que la Suprema Corte de Justicia lo exonerara de todos los cargos en su contra.
El escándalo levantado por la clase política y sus aliados del sector empresarial contra esta nueva “puntada” de AMLO, se disfraza de denuncia moral por admitir en su Movimiento a gente como Gómez Urrutia, a quien se demoniza como si en otros tiempo no hubiera contado con el apoyo y el halago de gobernantes y empresarios, hasta que decidió no dejarse arrebatar su liderazgo ni ponerse a sus órdenes en la privatización de la industria minera.
Pero lo que en verdad les duele a sus contrincantes, no es que el Peje invite a esta clase de personajes a sus filas; sino que la hasta ahora inexpugnable fortaleza del charrismo obrero priísta -aliado incondicional de todos los gobiernos neoliberales sean tricolores o azules-,  ha sufrido un boquete de consecuencias impredecibles al perder por primera vez a un sindicato de industria de la importancia del Minero y Metalúrgico, cuyo líder, Gómez Urrutia, contenderá como candidato al senado por MORENA y el frente formado con el PT y el PES.
Es seguro que los ataques a Gómez Urrutia y a AMLO arreciarán conforme pasen los días, porque de fraguar la candidatura del primero – a la que seguramente se tratará de bloquear con todas las trampas posibles-, significaría en los hechos el principio del fin de la alianza histórica postrevolucionaria entre el priísmo y el corporativismo sindicalista forjada desde los años veinte del siglo pasado. Esa es la verdadera razón que hoy llena de pánico a los adversarios de AMLO; impotentes ante la eficacia de sus estrategias que ellos califican de puntadas o traiciones contra sus simpatizantes.
La Conciencia Ciudadana debe tener claro qué es lo que está detrás de los movimientos y estrategias de cada actor político, sabiendo que los cambios de régimen en nuestro país –y podemos decir que en cualquier otro-, no se da solamente con las fuerzas que lo han buscado durante años, sino también con personajes y grupos del propio sistema que han sufrido los embates de quienes han prolongado su estadía en la cúspide, mediante la corrupción y el uso de la violencia dirigidas hasta contra quienes pertenecen a sus propias filas. Los cambios son así y, por supuesto, contienen peligros que pueden rebasar a quienes los promueven, pero igualmente significan la única oportunidad para abrir el paso a nuevos escenarios donde surgirán nuevos actores, demandas y decisiones. En una democracia, empero, nada ni nadie puede impedir a la ciudadanía premiar o castigar las decisiones de sus políticos, y debe hacerlo así en cada caso particular ponderando su decisión en función al futuro que desea para la nación y sus hijos.
Y RECUERDEN QUE VIVOS SE LOS LLEVARON Y VIVOS LOS QUEREMOS, YA.  

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