Por el derecho de existir
En muchas ocasiones hemos escuchado la frase “cuerpo de mujer no garantiza”, y es una opinión que con toda franqueza comparto, pues si bien como mujeres podemos tener experiencias comunes, lo otro importante es puntualizar que hay otras condiciones adicionales al género que dan paso a privilegios y desigualdades, que van desde el color de piel hasta la condición económica.
Hago una aclaración, desde los privilegios se pueden vivir opresiones diversas. Sin embargo, en tiempos electorales parecería que los discursos apuntan a que todas las mujeres estamos en un plano de igualdad y eso desdibuja las condiciones diferentes que tenemos cada una.
Estas diferencias atraviesan por el acceso a educación, la situación socioeconómica, el lenguaje, el territorio, la identidad como persona indígena, de la diversidad sexual, entre otros elementos que pueden abrir una distancia diametral entre una mujer que trabaja doble y triple jornada frente a otras cuyas condiciones de vida están aseguradas generacionalmente. En este orden de ideas, el acceso a los cargos de elección popular aún atraviesa por las lógicas de privilegio, desde el sistema patriarcal, tanto para hombres como para mujeres en los partidos más competitivos en el plano político electoral.
Así, la reflexión de hoy proviene de dos planteamientos en los últimos días que, dicho sea de paso, han sido de registro de candidaturas por la gubernatura del estado de Hidalgo. Hasta el momento, una coalición, una candidatura común y dos partidos políticos han postulado en suma a 3 hombres y una mujer.
Desde esta última cifra, considero importante resaltar que la participación política de las mujeres no solo es la candidatura, sino también es necesario nombrar a quienes participan en apoyo a los candidatos, en los equipos logísticos y de promoción, que, a decir de las experiencias anteriores a la “Reforma de la paridad en todo”, una vez que se ganaba la elección era relegadas a puestos inferiores.
Otro caso, es aquellas mujeres que, aun siendo nombradas como Secretarias en áreas ejecutivas o directoras, son relegadas, invisibilidades y en ocasiones relevadas por un hombre. De igual forma, las mujeres adoptamos conductas patriarcales de dominación, de subordinación.
Se ha hablado y se debe seguir hablando sobre la violencia que viven las mujeres en los espacios de poder. Pero también soy testigo de las agresiones que son ejercidas, por muchas en los espacios deliberativos. El gran reto es incorporar en la medida de lo posible planteamientos feministas, políticas transformadoras de las relaciones de poder, todo avance importa, pero es necesaria la sana critica y la reflexión.