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Las macetas asesinas

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RELATOS DE VIDA

 

A nivel cognitivo, una maceta puede vincular a un tradicional regalo de cumpleaños o bien a un cálido hogar, sin embargo para Eduardo, una simple y llena de vida planta significó tragedia y el término de un futuro prometedor.

Eduardo es una persona jovial, noble y sensible, comprometido con su trabajo y siempre respetuoso; por éstas características, la idea de considerarlo un asesino no era una posibilidad cercana, sin embargo su nerviosismo provocaba ansiedad.

¡Y si soy un delincuente, si maté a alguien, le pregunté a mi primo y dice que puede ser considerado como homicidio culposo o imprudencial. No puedo con tantas imágenes, no concibo mi fotografía de perfil con mi número de preso asignado!- fueron las palabras lanzadas por Eduardo.

Los nervios, la angustia, el tormento de tan solo pensar en haber dañado a una persona, una mujer, un hombre, un anciano o un niño, eran sentimientos y pensamientos que no dejaba de mencionar.

Viniendo de una persona tan noble y sensible, la empatía surgió de manera inmediata seguida de la pregunta, ¿Qué pasó?, con la finalidad de analizar la situación y comenzar a formular soluciones para apoyarlo en este momento que por su expresión facial y sus movimientos corporales parecía difícil; así que en respuesta al cuestionamiento y mostrando preocupación comenzó con la crónica de una posible escena trágica.

“Estaba a punto de salir a trabajar pero noté que mis macetas estaban secas, consideré que la causa era falta de sol, así que las cambié de lugar y las coloqué sobre la bardita externa a la ventana para que recibieran un poco de calor y emprendí el camino al trabajo”- narró.

Después de un profundo respiro, continuó con el relato – “Eran cerca de las ocho de la noche cuando llegué a  mi casa y me dirigí a la ventana para meter las macetas, pero ya no estaban, me asomé por la ventana y dirigí la mirada hacia la calle, y noté la tierra regada, las maceta casi vacías y una mancha que inmediatamente relacioné con sangre”- interrumpió la narración para tomar otra bocanada de aire.

“No puedo con la culpa, probablemente las macetas golpearon la cabeza de un bebé en brazos, le cayeron encima a la señora de la comida económica que pasaba para entregar un pedido o a un anciano que transitaba lentamente y tras el impacto se desvaneció sobre la banqueta provocando otro golpe que derivó en que se le abriera el cráneo, derramara sangre y por eso la mancha en el piso”- terminó la historia llevándose las manos al rostro.

Las risas fueron la reacción inmediata de los fieles espectadores de la narración; quienes confirmaron que la imaginación de Eduardo era tan grande como su nobleza.