RELATOS DE VIDA
Pareciera incomprensible lo rápido que pasan los años, probablemente por la cotidianidad y el ver diario a los hijos es difícil ver cómo cambian y crecen, porque para los ojos de los padres siguen siendo sus bebés, sus criaturitas.
Es la segunda ocasión que dejo a mis pequeños solos en casa, no podía y no querían andar conmigo en la friega de la chamba, así que simplemente los dejé, aunque eso sí, hablando cada media hora para asegurarme que rodó estaba bien.
Solo tardé un par de horas, no estoy acostumbrada a dejarlos solos, la ansiedad me gana pero reconozco que tendré que aprender a soltarlos, porque cuando decidan volar ya sea por educación o familia, el golpe será más fuerte para mí.
Pero regresando a la historia, al regresar a casa después de dos horas de dejarlos solos, fui sorprendida, la casa estaba completamente limpia, los trastes lavados, habían barrido y trapeado, en todos los espacios, incluido el baño.
La sorpresa me relajó tanto que me senté en el sillón de la sala, mientras contemplaba la casa ordenada y limpia, y a cada uno de mis hijos alistándose para salir a nuestro compromiso, fue ahí cuando me di cuenta lo mucho que han crecido, mi hija toda una señorita y mi hijo un caballerito en desarrollo.
Controlé la caída de lágrimas, porque ante todo se debe conservar la firmeza de la madre, pero principalmente porque aunque los vea tan grandes, mi primer recuerdo de ellos fue al verlos salir de mis entrañas tan pequeños y así los veré siempre, como mis bebés y criaturitas.
