Las cosas públicas

Las cosas públicas

El Faro 

En principio, y sin necesidad de ser mucho más específico, lo público pudiéramos entenderlo como lo opuesto a lo privado. Lo privado corresponde con la propiedad o propiedades que los ciudadanos poseen. Lo público haría referencia al conjunto de estructuras o propiedades que son de todos. Estos bienes deben apoyar al bienestar de la ciudadanía.

El espacio público, por lo mismo que se comparte entre todos, debe ser algo que entre todos cuidemos y que las autoridades se esfuercen con devoción a conservar. Cuanto más y mejores sean estos espacios mejor será la calidad de vida que posean los ciudadanos.

Las cosas públicas son tan importantes en una sociedad democrática que hasta pasan a conformar la etimología de la palabra “república”: “res-publica”. No solamente se refiere a un estilo de gobierno o una manera de administración. Se extiende a las calles, edificios, mobiliario urbano, seguridad pública, mantenimiento y cuidado de las zonas comunes, contaminación ambiental, contaminación sonora, contaminación visual, etc…

Es muy probable que en México no estemos muy acostumbrados a cuidar el espacio público. No solemos estar muy atentos a que las instalaciones estén en las mejores condiciones. Todos sabemos que las calles están perennemente llenas de hoyos. Ya ni nos damos cuenta de los miles de kilómetros de cables de todo tipo que cuelgan de los postes. No nos molestamos en buscar una papelera porque es improbable que exista y, si lo hace, que se respete. Hemos visto por diferentes lugares, unidades de transporte que echan más humo que una máquina de tren. Los sofás que ya no sirven en la casa se pueden dejar en cualquier esquina mientras no sea la de mi hogar. Si el camión de la basura, sea municipal o privado, no pasa el día que toca, yo saco las bolsas para que adornen las banquetas de la comunidad. Cuando mi ánimo lo pide pongo la música a las tres de la mañana y me siento cantante hasta las 7 de la mañana, aunque mis vecinos quieran dormir. Si junté un poquito de dinero y quiero levantar una barda, me apropio de un poco más de terreno o de la banqueta que tengo enfrente. En fin, los ejemplos pudieran ser mucho más numerosos.

A esta enumeración casi incontable tenemos que añadir actualmente en Pachuca que alguien ha decidido adornar nuestras paredes con publicidad de “las corcholatas”. En ninguno de los soportes en que se anuncian aparece la fuente responsable de la publicación. No sabemos quién está detrás, no sabemos de dónde sale el dinero para pagar a los diseñadores y tampoco sabemos el motivo por el que están estos anuncios si los tiempos electorales para la presidencia de la república están aún a muchos meses de distancia. 

Hemos dicho más arriba que las autoridades tienen la obligación, entre otras muchas, de cuidar las cosas públicas. Además, tienen que ser responsables y rendir cuentas de los dineros de todos. Son los más obligados porque, amén de ser ciudadanos, es su función de servidores públicos. Con estos anuncios de los candidatos que han aparecido, puede confirmarse que las autoridades no tienen conciencia de su obligación con las cosas públicas. Y si la tienen, no hacen caso ni a la ley ni a sus conciencias. Pobres de todos nosotros y de nuestras cosas.