Mi categoría en la mina, era de ayudante de perforista, aunque me gustaba mucho barrenar, nunca subí a perforista, porque había barreteros muy encajosos, muchas veces, querían que se barrenara doble, y nos mandaban a las partes más difíciles, para darle trabajo a sus amigos, familiares, compadres y vecinos. O simplemente a un amigo.
Había compañeros, que no sabían barrenar, pero subían su categoría a perforista, porque les daban 50 pesos, unos zapatos mineros, y unos guantes de cuero. Aunque veces, cuando comenzaban no sabían hacerlo y casi chillaban.
Una vez llegó al contrato un compañero llamado Ángel López, era chaparro, gordo, usaba bigote, pelo largo y estaba prieto, como apodo le decían “El Negro”, el iba hacer mi maestro, trabajamos en un plan, que tenía 20 metros de profundidad, sacábamos la carga en ollas de fierro, jalada por un winche. Nuestro trabajo era llenarla a pala, en una de tantas veces, se atoró y se volteó tirando las piedras, y se rompió el cable viniéndose abajo.
A nosotros a penas nos dio tiempo de cubrirnos aunque una u otra piedra nos pegó. El winchero desesperado nos gritaba:
- ¡De abajo ¿están bien?, Respondan!
- -Si
Le dije a mi compañero.
- Vamos a subirnos, no tiene caso estar aquí abajo, van a tardar en arreglar el Winche.
Nos sentamos en un lugar fresco y comenzamos a platicar, cosas de que nos han pasado con sinceridad, eso le despertó confianza en mí y me platico.
- Me dicen que mi padre fue un verdadero cabrón, abandonó a mi madre, cuando yo era pequeño. Luego mi jefa se juntó con otro hijo de la chingada peor que mi padre, le pegaba mucho el güey y a mí me odiaba, yo nunca supe lo que eran los Reyes Magos, le preguntaba a mi jefa porque a los niños les traían regalos y a mi no, me decía que me había portado mal. Mi padrastro me traía a coco y patada. A través del tiempo eso me valió madre, con cajitas de cerillos y fichas, fabricaba mis carritos, yo no entendía a mi jefa, cuando estaba sola me abrazaba, y me besaba pero cuando estaba el señor ella misma me chingaba, yo tenía seis años, una vez baje al mercado y me robe una pelota, me agarraron y me llevaron al tribunal de menores sin que nadie hiciera algo por ayudarme, ahí estuve encerrado cuatro años, a base de golpes y castigos me enseñé a leer.
Continuaba con las historia:
- Cuando salí fui a buscar a mi madre, pensando que a lo mejor las cosas habían cambiado, pero me lleve una sorpresa, ella ya no vivía en Pachuca, se había ido a vivir a la Ciudad de México, comencé a odiar a la gente, en cada cara de un señor veía la de mi padrastro. En cada mujer la de mi madre, solo como pinche perro anduve en la calle, durmiendo en terminales, y como no tenía familia la policía me mandó a la Casa Hogar para Varones, ahí estuve otros cuatro años encerrado, salí con el oficio de zapatero, pero de esos zapateros remendones que les ponen un tacón, un virión o medias suelas. Me fui a trabajar con un maestro que era bien chupes, daba unos martillazos y se tomaba un vaso de pulque, me invitaba pero nunca le aceptaba, me dormía en el taller, un día fue una gatita, de casa rica, a que le cosiera su guarache, me gusto y me pulí con ella, se lo cosí a toda madre y no le cobre. Luego pasaba muy seguido por donde estaba y caminaba muy coqueta, para que la mirara, le cante en el oído de que si quería ser mi novia, me dijo que si un día que se apendeja y que me la llevó. Uno de sus carnales me metió a trabajar a la mina del “Álamo” y luego con una permuta, me pasaron acá, estoy muy contento porque mi mujer está esperando un niño. Me cae de madre que voy a trabajar duro y le voy a dar lo que nunca tuve.
- Ojala y asi sea.
- Tiene que ser, es más me han dicho y yo te conozco que eres a toda madre, cuando nazca mi hijo quiero que tú seas mi compadre.
- Cuenta con ello.
- Bueno desde este momento vamos a decirnos compadres.
Pasaron los meses y un día no se presentó a trabajar me extraño porque no faltaba, al día siguiente llegó muy contento y me dijo.
- Ya nació compadre, ya nació.
- ¿Qué fue?
- Artículo para caballero.
- Una mujercita, te felicito.
Nuestra amistad fue creciendo era tan grande que “El chocolate”, “El cuervo”, “El Baldo”, “El Petronilo” y “El Loco” estaban celosos y me decían:
- Ya cásate con ese hijo de la chingada.
Llevamos a bautizar a la niña, y nos visitabamos seguido a pesar de que trabajamos juntos, un día que barrenamos una frente me dijo.
- Compadre quiero que me enseñes a barrenar porque quiero ser chingón algún día
Yo le daba explicación en cada barrenación y le decía.
- Barrenar es fácil, lo cabrón es que sepas trazar, por ejemplo está frente es de dos metros cuadrados, se le meten para que salga bien con 26 barrenos, primero le das tres de cabeza, le calculas 50 centímetros de arriba y de los lados, y le das otros tres que son los ayudantes, le das cuatro barrenos de cada lado que se les llama los de tabla, procura que los del centro vayan parejos. Y asi te la llevas.
Mi compadre me ponía mucha atención en lo que le decía, a veces se me apendejaba, que tenía que repetirle lo mismo.
- Los barrenos del centro se les llama cuña, y debes de formar un triángulo de seis barrenos inclinados, sin juntarse y cuando encadenes con la mecha llamada termelita hazlo de manera, que los barrenos truenen al mismo tiempo.
Mi compadre se puso buzo caperuzo y aprendió muy rápido, y un día me dijo:
- En este mes voy a subir mi tarjeta a perforista, para que me den los 50 pesos, voy a pedir un préstamo saco mis vacaciones, y ya no regreso a la mina.
- ¿Te vas a ir?
- Si compadre me voy a Guanajuato dicen que en las minas pagan mejor
- ¿Y mi comadre y la niña?
- Me las llevo
- Piensalo bien compadre, muchas veces, si no progresas en tu tierra menos en la ajena.
- Ya está bien pensado y planeado.
Llegó el día y nos despedimos.
- Adiós compadre en la primera oportunidad te escribo
- Que Dios te bendiga compadre, que te vaya bien, a ti y a tu familia.
Pasaron dos años, y recibí noticias de él, que estaba muy bien, se había colocado en la mejor mina. Pasó el tiempo y ya no supe de él. Así pasaron muchas cosas antes de que yo volviera a encontrarlo, regrese de vacaciones, y recibí una grata sorpresa, ver a mi compadre Angel lopez “El Negro”. Que regresaba a la mina, nos dimos un fuerte abrazo y le pregunté.
- ¿Cuando regresaste compadre?
- La semana pasada
- ¿Cuentame como te fue en tu trabajo?
- Muy bien estuve en la mina de la Valenciana, la mas chingona de todas.
- ¿Qué tal?
- Su tiro es muy profundo y amplio que el de cualquier mina de aquí, sus niveles y despachos son de primera, el sistema de trabajo es el mismo que tenemos, solamente que allí, lo hacen con más cuidado y no a lo pendejo como nosotros. Y los secretarios del sindicato no son corruptos como los que tenemos.
- Cuando llegué al sindicato minero a pedir trabajo les dije que ers de Pachuca, y había trabajado en varias minas como perforista. Y en menos que canta un gallo me dieron la chamba, como te dije que estuve en la Valenciana en el nivel 600 y me probaron a ver que chingon era en un chiflón. Que los dejó con el hocico abierto y me mandaron a un contrato que dejaba de propina 100 pesos, lo que si la vida es cara, pero aun así el minero vive bien, lo que sea de cada quien Guanajuato, es una ciudad muy bonita, llena de leyendas y tradiciones de las que dejaron los españoles, eso me recordaba cuando aquí contaban de brujas, muertos y nahuales, allá dicen y aseguran que estuvo la llorona.
Muy atento estuve escuchando a mi compadre al hablar a veces titubeaba, como si quisiera decirme algo, para ayudarlo a que me lo contara le pregunté.
- Si estabas bien ¿Por qué te veniste?
Mirándome muy preocupado y respirando fuerte me dijo.
- Cuando llegamos yo y mi familia a Guanajuato alquilamos una casita cerca de la mina, a mis hijos los metimos a la escuela y cada día nos íbamos superando, comencé a ganar y guardar dinero y me juntaba con contratistas y perforistas. Cada 8 días íbamos a chupar. Una vez me llevaron a una casa de una señora que vendía alcohol a escondidas y se hacía jugada de dinero, le decían “La Chilonga” y ya medio borracho me dio jalón, y de ahí iba seguido, y me iba clavando más.
CONTINUARÁ…