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Las caras de la mentira…

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El revanchismo político disfrazado de conflicto laboral, jugadas de ajedrez en donde los jugadores están esperando la jugada del oponente para poner en juego la suya, teniendo en jaque a una sociedad que aún no entiende del porqué si el pleito es entre los de arriba, el efecto se siente entre los de abajo.

 

Aquí me permito utilizar unas palabras del Barón de Montesquieu cuando afirmaba que el mejor gobierno es aquel que sabe conciliar la autoridad política con la libertad de los ciudadanos, expresión que utilizaba al referirse a la división de poderes; si bien es solo una analogía, pero creo podríamos aplicar la misma frase en la división de las fuentes de los problemas, cada cosa atendámosla en el contexto que le corresponde y no nos llevemos entre los pies a gente que en la mayoría vive al día.

 

Aunque en otro orden de ideas pero el mismo flagelo, pareciese que en el México contemporáneo las verdades disfrazadas de mentiras son una constante, pues desde hace algunos sexenios se nos ha venido diciendo que los cambios son para avanzar, para que los mexicanos pobres podamos tener las oportunidades que en ese momento la situación que prevalece no nos proporciona; derivado de esos conceptos, que a veces se toman como dogma de fe, es que los mexicanos hemos consentido posiciones políticas que, sin estar totalmente de acuerdo con ellas, nos anima la posibilidad de que las expectativas pretendidas “ahora sí se cumplan”; el caso es que en la mayoría de las veces, dichas expectativas nunca se materializan y terminamos por darnos de golpes en la pared, lamentándonos del engaño al que fuimos sometidos.

 

Por la misma nobleza del pueblo mexicano se nos hizo creer, y así ingenuamente lo aceptamos, en la venida del cambio económico a la par del cambio político, y por esa candidez, nos tuvimos que chutar seis años de frivolidad en un esquema presidencial sin pies ni cabeza, el pueblo terminó más pobre y la oligarquía privilegiada se hizo más rica.

 

Así nos vendieron a un presidente del empleo, mismo que terminó su sexenio con un lamentable incremento en la delincuencia y con miles de muertos en sus espaldas, sin haber logrado cumplir el compromiso que lo llevó a la presidencia.

 

Regresamos al pasado inmediato y nos damos cuenta que la inercia de la promesa no cambia, se nos dijo que las reformas, la laboral, la energética y la fiscal, traerían beneficios a los mexicanos; y nuevamente, tal vez no nos quedó de otra, activamos a manera de autodefensa, la tendencia cómoda de creer en los compromisos; ¿volveremos a darnos de topes en el momento de que nos demos cuenta que, llegado su tiempo, se buscarán mil y un pretextos para justificar el incumplimiento?

 

La burra no era arisca, así la hicieron los palos, y los mexicanos ya hemos recibido muchos palos a lo largo de nuestra historia, y ningún paliativo a la desgracia; baste ver la cara de desesperación en la gente que día con día trata de estirar los pocos pesos que gana, para llevar algo de comer a sus hijos; basta darse cuenta los platillos que las amas de casa inventan con los pocos pesos que el proveedor del dinero les pudo llevar, caldo de cabezas de pescado, sopa de papas, tortillas, chile, y no alcanza para más.

 

¿Cuál será la promesa ahora?, un país donde las familias siempre tengan comida en la mesa; ¡hasta no ver no creer! hay tanto que hemos escuchado que resulta difícil digerir cualquier promesa, y siempre con la mente en él ¡ojalá que ahora sí!, aunque siempre terminamos con el ¡dijo mi mamá que siempre no!, ojalá que el tiempo NO me dé la razón.

 

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.