A mis dos apreciados lectores… tú, que ahora estás leyendo, y yo, que tuve que leerlo.
Para cuando este artículo sea publicado, el Sistema Integrado de Transporte Masivo Tuzobús ya habrá iniciado operaciones en la ciudad de Pachuca y cientos de personas habrán hecho realidad su tan anhelado sueño de usar este novedoso sistema de transporte que vendrá a poner fin al problema de tránsito vehicular que por años ha aquejado a nuestra querida ciudad… (no ma… Ahora sí te viste como uno de los acendrados defensores del tan cacareado medio de movilidad urbano).
Lo que hoy leerá usted en este espacio, estimado lector, son testimonios de quienes han tenido que padecer o disfrutar las “bondades” del sistema en cuestión, el cual, dicho sea de paso, ha venido a poner a nuestra Bella Airosa a la vanguardia en cuanto a medios de transporte urbano se refiere, y no son palabras mías, sino lo que textualmente escribió un colega en otro diario de circulación local, quien mencionó que nuestra Pachuca del alma está ahora a la par de ciudades como Nueva York, Londres y el Distrito Federal (¡vaya comparación!), o sea que ahora que usamos nuestro flamante Tuzobús pasamos a ser gente “cosmo”, pues viajar en este sistema colectivo se ha vuelto lo “inn” en apenas unos días y es ya parte del itinerario de actividades de gran cantidad de familias pachuqueñas (al igual que el fin de semana placero, ese de ir a una de las muchas plazas comerciales y dar vueltas como satélite mexicano). Volvamos al punto.
El asunto que hoy nos concierne da para mucho de qué hablar, y diga usted si no, ya que incluso antes del funcionamiento del mencionado sistema había quienes se frotaban las manos para poner sus changarros en las estaciones de servicio (hágame usted el favrón cabor, como decía la abuela). Nada más falta que alguien se aviente la puntada de poner un Oxxo (bueno, no es tan mala idea) o utilizar las estaciones como un nuevo “corredor de las caricias”, sucursal sur (la verdad, no sé qué sea eso, me lo dijo el primo de un amigo).
Por supuesto, como toda innovación, el Tuzobús está y estará sujeto a críticas, opiniones, y toda clase de maldiciones por parte de quienes se vean o se hayan visto afectados por este medio vanguardista de transporte (¿sigues?), pues no hay duda de que a algunas personas son más las molestias que les ocasiona que los beneficios que les brinda. Si no me cree, lea los siguientes comentarios:
-Nos vendieron la idea de un transporte rápido, cómodo y seguro… pero nos están dando pura m…
-Ahora tengo que caminar lo que nunca para llegar a la base de la ruta alimentadora… que poca…
-¿Por qué tenemos que aceptar lo que en Puebla no quisieron? Son chin…deras.
-Estos jijos de su… que diseñaron el recorrido de las rutas alimentadoras son unos pen…
Al escuchar estas quejas no puede uno evitar hacer comparaciones y caer en la cuenta que la gente extraña ya a los choferes de las peseras (cafres y jijos de la tiznada; malhablados, con vocabulario de carretoneros -¿qué te tomas?-, con su música de Yaguarú o corridos a todo volumen), pues no perdía uno tanto tiempo como ahora, ya que en la mayoría de los casos para abordar el Tuzobús hay que tomar primero la ruta alimentadora, cuya parada más cercana, como en Santa Matilde, queda a 200 metros de distancia de los hogares de los usuarios, y cuyas unidades casi siempre van hasta su ma… xima capacidad, con la consiguiente incomodidad y el olor a “pasuco” emanando de todos lados; luego, hay que recorrer más de 200 metros de rampas para llegar a las estaciones… No’más de pensar en subir esos méndigos puentes, da hueva.
Fue en ese momento que comprendí que el Tuzobús no debe ser visto solamente como un medio de transporte moderno, cómodo, rápido y seguro, sino que además es una estrategia del gobierno para combatir la obesidad y el sobrepeso, pues con esos recorridos que la gente debe hacer terminará por bajar los kilos ganados en meses o años de inactividad.
Asimismo, este sistema de transporte fomenta la convivencia y promueve la equidad de género, pues en el primer caso, como en el Metro de la Ciudad de México, conviven de cerca, muy de cerca, todos quienes por gusto o necesidad hacen uso de él, exponiéndose a los “amistosos arrimones” en las horas de mayor flujo de personas; y en el segundo, sin distinción de género, la mayoría de usuarios tiene que viajar de pie ante la falta de lugares dónde sentarse (como dirían algunos: “Sí hay caballeros, lo que no hay son asientos”), aunque esto ya sucedía en nuestras añoradas combis, las cuales, en lo que sí salen perdiendo si de comparar se trata, es en el horario de servicio, pues es un alivio saber que aun a las once de la noche puede hacer uso del Tuzobús y viajar cómodamente, aunque en las primeras horas del día sea un auténtica lata de sardina, así que, parafraseando a cierto cereal que afloja hasta las ideas, “ámalo por la noche y lo odiarás en la mañana”.
Como pueden ver, las “bondades” del Tuzobús son varias, depende del cristal con que miren.
¡Escrito está!
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