* Dickens y los Scrooges que somos
“Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservarla durante todo el año”, decía Charles Dickens en su célebre libro que tiene por personaje central al viejo amargado Ebenezer Scrooge.
Han pasado tantos años desde que el hombre más miserable dibujado en el texto, donde fantasmas de navidades pasadas, presentes y futuras cambian su actitud, que pareciera un hecho irremediable que todo seguirá igual hasta el final de nuestros días, aunque con un dejo de tristeza por todo lo perdido.
Es una sana costumbre releer cada diciembre la “Canción de Navidad” de Dickens, incluso verla en cualquiera de sus versiones de película, porque de un modo u otro todos aspiramos a ser redimidos por obra y gracia de lo que fuimos, somos y seremos.
Resulta una constante en el ser humano mirar al pasado para descubrir cada una de las circunstancias que lo convirtieron en lo que resulta ser en el presente, pero sin tener la más mínima idea de lo que pueda pasar en el futuro. Aunque sí lo sabe, vaya que lo sabe, cuando el camino andado no tiene otro destino más que el despeñadero y la amargura.
Ser convocado por fantasmas antiguos es una muestra única, vital, para explicarnos que después de todo el resultado actual tiene una razón de ser, no surgió de la nada, no se trepó a nuestras espaldas por la maldad del alma que nos cargamos.
De ninguna manera, y la obra de Dickens es una forma incluso hermosa de buscar el porqué de las cosas. No hay navidad en que si nos miramos con atención en las épocas de niños, daremos con la seguridad de que éramos iluminados por una ilusión única, honesta, franca, alejada de cualquier mecanismo egoísta o mezquino.
Estábamos ahí, en el principio de las cosas, igual que cualquier otro pequeño tapizado de sueños, de magia, de todo eso que el tiempo extingue, pero lo peor es que aceptamos que se extinga.
No hay diferencia alguna entre la fotografía de tiempo en un grupo de niños. Todos, sin excepción alguna, son la obra fundamental de la bondad. Y si en el futuro este resulta ser un asesino, un vicioso, un criminal, el hecho es que no siempre lo fue.
A cada cual le llega un día enfrentar sus navidades pasadas, presentes y futuras. Scrooge despierta de un largo, larguísimo sueño cuando decidió que acumular dinero era la tarea más importante de su existencia, otros acumularán poder, soberbia y todo lo que se quiera pensar.
Cada cual traerá sus cadenas, y cada cual decidirá si con ellas camina sin voltear la vista al destino final.
Pero otros, una inmensa mayoría, un día cualquiera despierta y se da cuenta que la Navidad y todo lo que pueda representar, debe ser honrada en el corazón, y conservar esta capacidad será su responsabilidad, única, particular y sobre todo realizada por esa mañana en que volvió a saber que hay algo mágico con la existencia humana, inexplicable, vital.
Dickens supo construir uno de los personajes más siniestros en el viejo Scrooge, pero también más hermosos por su capacidad para redimir el presente, el día de hoy. No el futuro, sino lo que se construye en cada instante.
Así que no está de mal decirlo, con gusto, con la sorpresa milenaria de ver que la noche pasa y llega el día: “Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservarla durante todo el año”.
Una venturosa Nochebuena y Navidad a quienes nos han acompañado durante todo el 2015. Un próspero 2016.
Si a usted le parece, nos volvemos a encontrar en este mismo espacio y en los Retratos Hablados, el lunes 4 de enero, ya de un nuevo año.
Mil gracias.
twitter: @JavierEPeralta
CITA:
A cada cual le llega un día enfrentar sus navidades pasadas, presentes y futuras. Scrooge despierta de un largo, larguísimo sueño cuando decidió que acumular dinero era la tarea más importante de su existencia, otros acumularán poder, soberbia y todo lo que se quiera pensar.
