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LAGUNA DE VOCES

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* Pues no, no somos nada

 

Nada hay que lo deje a uno con la sensación de impotencia y absoluta disposición para aceptar lo que depare el destino infausto, que un temblor. Simplemente no se puede hacer nada en términos concretos, como no sea buscar sombra bajo un edificio que aparente estar en buenas condiciones, alejarse de los cables de alta tensión y rogar porque el bamboleo termine igual de rápido que llegó.

            Desde el 20 de septiembre de 1985, un día después del terrible terremoto que se registró en la capital el país, no me había tocado vivir un nuevo temblor en la capital del país. Por supuesto no hay comparación entre el de ayer y el que se presentó como replica la tarde-noche de ese viernes, cuando todos se preguntaban todavía qué había sucedido.

            Este lunes, poco antes de las 14:41 horas, justo en el eje central Lázaro Cárdenas, antes San Juan de Letrán, apenas adelantito de donde venden celulares de todas las marcas y colores a precios que por supuesto hacen evidente que son robados, de pronto empezó a escucharse una sirena como de las que se ven en las películas cuando se advierte de un bombardeo.

            La voz de un hombre captó la atención de todos los que transitaban por esa avenida. El tráfico se paralizó. “¡Atención, atención, esta es una alerta de sismo! Es inminente que en unos segundos se registre un sismo, por lo que se les pide seguir los protocolos establecidos para estos casos, y atender las indicaciones de personal de Protección Civil. Esto no es un simulacro, el sismo se registrará en unos segundos”.

            Se hizo un largo silencio. Uno miraban la Torre Latinoamericana, otros los postes de luz. Pasaron dos, tres minutos. Empezaron los claxonazos de taxistas desesperados porque para ellos no hay motivo, razón o circunstancias que sea válida para interrumpir su transitar por la ciudad.

            Luego todo volvió a la normalidad. Salvo un ligero mareo, casi nadie pudo ver que una lámpara se moviera, o que la Latino se inclinara. Nada de eso. Hasta que un señor explicó que las puertas de vidrio de una agencia de automóviles se habían movido de manera extraña.

            A las 14:45 todos habían regresado a la normalidad, de no ser por los oficinistas de un edificio que fueron evacuados.

            En realidad hay poco tiempo para pensar si habíamos escapado o no de un desastre. La prisa es una forma de escabullírsele a la muerte, y por eso todos apuraron el paso, casi andarines de Olimpiadas como el sargento Pedraza de hace varias décadas.

            Al rato en República de Uruguay los granaderos desalojaron a los vendedores ambulantes. De plano les dijeron que tenían que llevarse a tres con todo y mercancía, y que les permitían que decidieran quienes iban a ser los que treparan en la camioneta.

            La capital el país tiene un ritmo que no se detiene, que no puede hacerlo porque es una forma cierta, real, de huirle a los pensamientos de pesimismo e insignificancia que provoca el sentirnos tan de plano hormigas, a las que un día cualquiera algún gigante decide aplastar, desaparecer, hacer de cuenta que nunca existimos.

            No, ayer no fue nada comparado con el 19 y el 20 de septiembre del 85.

            Pero fue lo mismo.

            Hay una conciencia absoluta entre los defeños de que cualquier momento puede ser el último, y por eso la prisa por gozar lo que tienen a la mano, los paseos de fin de semana a donde se pueda y alcance. Vivir, vivir con ganas y gusto.

            Si se puede con un plan definido, si no, mejor.

            Esa es la gran diferencia de los que seguimos en la necedad de que la eternidad es nuestro destino imposible de cancelar. Sí, seguro.

 

Mil gracias, hasta mañana.

 

peraltajav@gmail.com

twitter: @JavierEPeralta

 

CITA:

            Luego todo volvió a la normalidad. Salvo un ligero mareo, casi nadie pudo ver que una lámpara se moviera, o que la Latino se inclinara. Nada de eso. Hasta que un señor explicó que las puertas de vidrio de una agencia de automóviles se habían movido de manera extraña.