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LAGUNA DE VOCES

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LAGUNA DE VOCES

Al carajo todo

Del corazón de la Ciudad de México, que es el Zócalo, han surgido decenas de palabras que se convierten en esperanza por lo menos, en ocasiones contadas salvación de la patria, pero muy constantemente en espectáculos que alaban y confirman el carácter ajeno al simple ser humano de quien enfermó de poder, llegó al punto crítico de no retorno, y en plena plaza pública se transfiguró en eso que tanto odiaba; eso que le repugnaba cuando era otro el que ejercía el papel de sacerdote invocador de venganzas eternas, prometedor de un nuevo mundo pleno de felicidad espiritual donde la voz, su voz, será bálsamo para todas las penas, culpa siempre de los que deberán irse al carajo para siempre.

Ni siquiera provoca enojo en los que han caído en la cuenta de un nuevo engaño. Sí en cambio una desilusión triste, tristísima, porque el embrujo de creerse infalible no respeta a nadie, no perdona a nadie como el tiempo en la canción de Juan Gabriel. A lo mejor Dios sí, pero el tiempo no, y el tiempo ya no perdonó al hoy desconocido sumo sacerdote de la fe perdida, para arrojarlo a la gran tarima donde supo que todo se fue al carajo, pese a que se apresuró a mandar a ese mismo lugar al destino que lo confunde, que lo hace ser otro donde no queda nada, casi nada, del que fue, del que enamoró a un pueblo que hoy solo se deja llevar por la marea de los favores recibidos; y cómo carajo ser desagradecido con quien se le aparece mes con mes, día con día, para exigirle lealtad sin freno.

Ya no lo entiendo ni quiero entenderlo, porque, eso sí, nos despertó a la realidad amarga de que nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos… ¡y qué bueno! 

Porque ser los mismos sería tanto como no crecer nunca, quedarse en la edad de Peter Pan y siempre seguir con la lucha-lucha-lucha-no-dejes-de-luchar-por-un-gobierno-obrero… Porque ser los mismos de entonces todavía nos haría hincarnos ante la imagen de un barbudo que quitó a un sinvergüenza para quedarse él, para hundir a su pueblo en la miseria, para heredar a su hermano el cargo y este a un títere, y este al hijo del hijo, y este a la eternidad, que la lucha de pobres contra ricos, ricos contra pobres, siempre es moda en el planeta.

Somos los mismos de la torta con boing de mango, hoy de la beca y la pensión, listos para dejar que se queden en el poder, porque además son los mismos, pero estos resultaron más revolucionarios, más de mensajes combativos en una tarde combativa, en la plaza combativa de un zócalo combativo, en una combativa cuarta transformación del país para que siempre, eternamente sea combativo.

Sé, tampoco soy tonto, que de ningún modo es el absoluto de la locura del poder, que otros lo han superado con creces, pero ninguno en la tarea de romper para siempre el viejo sueño de la igualdad, que de origen era un absurdo.

Con toda seguridad los otros, esos otros conservadores y del Partido Científico, tuvieron como única defensa que nunca aspiraron a tanto, que nunca contagiaron a tantos del sueño que en la realidad se estampa y se hace nada. 

Por eso el que ayer vimos y oímos en es plaza tan grande, tan de al tiro propio de un imperio como fue el de los aztecas, tampoco es el mismo, y no podía ser el mismo, porque tocar el poder, bebérselo con tanta ansiedad solo suelta a la larga las ansias de revancha, de venganza contra quien se atrevió a sobajarlo, del que hoy mismo se atreve a cuestionarlo.

Pasa que muchos, muchísimos, a estas alturas ya no saben dónde quedó tanta esperanza de que finalmente, antes de partir a ese que llaman el descanso eterno, nos tocaría ver el cambio tan esperado. Pasa que nunca, a ciencia cierta, supimos definir para qué jijos queríamos ese cambio, para qué tanta esperanza si no teníamos rumbo alguno, y un día cualquiera alguien llegó, se trepó al tren, apuró a toda su potencia la locomotora y festejó que mandarla al carajo sería el primer paso de la purificación.

Al carajo todo, al carajo el recuerdo, al carajo la tanta paciencia para esperar quién sabe qué, de quién sabe quién.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta