LAGUNA DE VOCES

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LAGUNA DE VOCES

Imaginador

Una sola vez aceptó que era parte de un sueño interminable para después negarlo y asegurar que no había entendido la pregunta, que simplemente contestó lo primero que se le vino a la mente, pero que no lo tomaran en serio, que además de no ser por él seguramente las cosas de lo que llamamos mundo empezarían a desaparecer. Que era un trabajo agotador tener que mantener en la memoria cada detalle de cada rincón del mundo, de la pequeña ventana por donde todos se asoman al despertar.

Intentó convencernos de la bondad con que se había conducido a lo largo de miles y miles de años, y que nunca o casi nunca se había quejado; que sí supo en lo que se metía cuando aceptó ser el imaginador de cuanta cosa se nos hubiera ocurrido, desde lo realmente necesario hasta absurdos, pero que a veces apenas si tenía tiempo para llevar a la escena de las realidades semejantes invenciones.

Lo más complicado fue precisamente eso, que a una persona cualquiera, incluso poco brillante, de pronto le diera por creer que estábamos metidos en un sueño sin principio ni fin, que no era novedad alguna, pero que con toda seguridad desaparecería sin dejar rastro apenas el que imaginaba cerrara los ojos y dijera que ya no, que estaba fastidiado de pensar y pensar lo que otros de buenas a primeras presentaban como prueba suficiente de que nada existe.

Sin embargo, se recuperó a tiempo y la gran maquinaria de la existencia ha tenido tiempo suficiente para sorprenderse de su capacidad imaginativa, única probablemente en el universo, aunque afirmar que el universo existe nadie lo hace, porque son conscientes que se vería obligado a presentar su versión de esa posibilidad, y eso complicaría las cosas a un nivel de plano imposible de tolerar.

Si lo vemos, o creemos verlo cansado, está obligado a idear un pedazo de planeta donde habitan los inmortales de Borges, que a toda costa se quieren morir porque están con el deseo fervoroso de conocer todas las galaxias que se les presentan ante los ojos.

Es a veces un infierno, contesta, porque ya son muchos, muchísimos años que lo dejaron con esa tarea única pero agotadora de imaginar que los simples mortales imaginan que imaginan, sin imaginar jamás que solo son parte de la imaginación de este hombre de semblante cansado como el actor de la Inglaterra que hacía reír y era triste.

Todos vieron cuando los dedos de su mano izquierda se hicieron transparentes, invisibles y pegaron el grito al cielo porque amenazaba con desaparecer, luego entonces imaginaba esa posibilidad.

Igual que el Multivac de Asimov logrará su objetivo, y esta vez cometió errores porque nunca había caído en la cuenta de que puede imaginar que se esfuma, no con la intención de irse para siempre, pero sí descansar tal vez medio siglo, que según le explicaron todo puede seguir, aunque eso sí, con una rupestre imaginación que dejaría a las personas presas de la desesperación y la tristeza.

No, decidió que seguirá aquí, que aunque a veces un olvido suyo saca del teatro de las realidades a cientos, miles, millones de sus creaciones, ya descubrió que es posible poner reversa cuando así lo quiera.

Así que está garantizada nuestra sobrevivencia. Claro, si acepta imaginarnos.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta