
Hoy empieza a ser posible sobrevivir
Ya vacunados, la mayor parte de los que han tenido esa oportunidad, coincide con el ex Presidente Calderón, “pues como dijo mi tía, haiga sido como haiga sido ya me pusieron la vacuna y a lo mejor ya la brinqué”.
Algo pasa cuando por vez primera en casi un año de que nos encontramos enclaustrados, se presenta para muchos la esperanza real de salir indemnes de la pandemia que ha tapizado de muertos el territorio nacional. Hasta antes todo se reducía a una fe casi religiosa en que la plaga pasara de largo, y dejara nuestros hogares sin atentar contra uno de sus moradores.
Buena parte de los familiares y amigos de quienes tienen mi edad, y por escasos meses no pudo registrarse con los 60 cumplidos rozan los 70, algunos los 80. Es decir que todo el escenario de la vida en que crecimos tiene como personajes a hombres y mujeres que han vivido en la zozobra, el miedo concreto y terrible de contagiarse del virus y no poder salvarla.
Por eso empiezo a verlos de manera diferente, y seguramente cuando a mi toque la vacuna, sonreiré como pocas veces, estaré cierto que cuando menos de Covid-19 no moriré; y descartar a ese terrible enemigo, a cualquiera le cambia el carácter, lo hace hasta feliz y se mira con mejores ojos la existencia.
Me da gusto en el plano familiar que mis hermanos, mi hermana, ya estén vacunados, que hasta el momento hayamos tenido la suerte de que ninguno se haya ido para siempre; por supuesto lastima y duele ver a miles y miles de familias que hoy mismo viven el luto por la muerte de uno, dos, tres seres queridos, amadísimos. ¿A quién atribuir que unos hayan corrido con suerte y otros no? Imposible dar una respuesta, imposible siquiera intentarlo. No, nadie lo entiende.
Pero hoy incluso los que van de luto se ven esperanzados, de nueva cuenta los que creen en la vida como un principio de todas las cosas; que aceptan que el final puede llegar a las horas de haberse librado del Covid pero a manos de otra sanguinaria enfermedad; y que sin embargo se unen a la multitud de salvados, porque hoy como nunca los hermana el dolor, la angustia pero también la esperanza.
Es muy probable que la gran enseñanza de esta pandemia llegue en unos meses, cuando nos descubramos vivos en una embarcación que corre vertiginosa el universo y se llama Tierra. Vivimos y eso es un principio, o al menos eso espero hasta que me toque la vacuna, y que será en abril o mayo.
A todos los que vemos en largas filas los abrazamos con cariño, con la solidaridad que hoy, a la vista la salvación, empieza a despertarse, a mostrarnos lo que somos, lo que podemos ser en calidad de sobrevivientes de una tragedia mundial. Porque de los miles y miles que ya se fueron, y a los que todavía habrán de agregarse muchos, muchísimos, es ahora sí muy posible que nosotros no nos agreguemos a esa lista sin rostros.
Y por eso estamos obligados a recordar a los que sin decir adiós un día desaparecieron y todavía desaparecen, porque el contagio es tan grave y rápido, que abrir una caja implica peligro.
¿Cuántos murieron solos, no abandonados, sí obligados por la circunstancia y el amor a sus semejantes a enfrentar el último instante, apagar la luz de la existencia y marcharse?
A todos ellos, si sobrevivimos, será fundamental recordarlos, decirles que está bien, que pueden vivir la hermosa vida en otro lugar con la certeza de que los queremos, los amamos hasta reencontrarnos.
Hoy empieza a ser posible sobrevivir. Y eso anima la sonrisa, el primer recuerdo tranquilo, sereno de los seres que partieron, y el intento nunca cristalizado de aceptar los raros designios de la vida humana que se llevan a otros de corazón limpio, iluminado, hermoso, y nos dejan a nosotros, tal vez para intentar ser como esos que marcharon un día cualquiera de este año que está por cumplirse.
Mil gracias, hasta mañana.
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@JavierEPeralta