LAGUNA DE VOCES

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Vivir para esperar vivir la vida

El músico olvidó cómo podía leer un pentagrama; la chef no daba con ninguna combinación para dar vida a los platillos que le habían dado fama; el mesero se confundía con la comanda y entregaba pollo cuando alguien le había pedido pescado; el profesor no sabía si estaba en la realidad o en la internet; el futbolista recitaba poemas en lugar de meter goles. Todo estaba hecho un desastre cuando la pandemia terminó, porque el olvido reinaba en el país, olvido no solo de sus profesiones u oficios, sino del motivo por el cual las ciudades lucían presa de eso, del olvido.

Cada uno de los políticos por supuesto aprovecharon para asegurar que nunca habían hecho promesas o compromisos de ningún tipo. Sin memoria resultaba más fácil ejercer su eterna profesión, consistente precisamente en contagiar ya no el virus, sino una amnesia eterna.

La pandemia había dejado como legado para futuras generaciones el olvido, y de alguna manera podía ser usado ya no solo por los del poder, sino toda la sociedad que estaba urgida de motivos para empezar de cero las cosas.

Luego del 20-21-22 y 23, el concepto de vida tuvo un cambio notable, porque pese a las vacunas y el evidente control de la pandemia, una inmensa mayoría decidió que en cualquier momento podían caer muertos, por lo que el vivir día por día y con todo lo que se tuviera a la mano, trajo como consecuencia que todos se desentendieran de sus obligaciones y por lo tanto se generara un caos del que no habría forma de salir sino hasta los diez años pasada esa condición.

Poco a poco se tendría que regresar a lo de antes, pero la popularidad que tuvo la muerte en tan poco tiempo la convirtió en uno de los personajes más queridos, más requeridos para justificar no tenía sentido alguno prepararse para un futuro que simplemente ya no existía.

Y con todo y la oposición de muchos que aseguraban que la vida era para vivirla, de manera irremediable se volvió a implantar la filosofía de que la vida no era precisamente para ser vivida, sino para preparar recursos, propiedades, fama incluso, para después, ahí sí vivirla.

La normalidad de nuevo fue esa: vivir para esperar el momento exacto para vivir. Es decir nunca.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajurez.mx

@JavierEPeralta