Adiós a nuestros recuerdos
Tanta muerte difícilmente puede dejar algo bueno en los seres humanos. Por el contrario, la constante tristeza de que más y más conocidos se agreguen a la lista de difuntos acaba por vencer las resistencias que teníamos a la tristeza, a la profunda certeza de que en cualquier momento podemos ser los que serán noticia en pláticas familiares y de conocidos que hablarán de si nos veíamos fuertes, si no éramos tan viejos, si hasta donde sabían no cargábamos con ninguna enfermedad grave. Pero al final de cuentas tendrá que venir el olvido, porque en tiempos de absoluta emergencia y miedo, solo quedan ganas para intentar escapársele a la muerte.
Estábamos acostumbrados a que cualquier tragedia durara lo que tenía que durar, es decir una semana en las televisoras y los periódicos de papel y de humo, pero nunca a meses y meses. Lo más cercano que habíamos visto en los libros de historia era una guerra, de esas que llevaron por calificativo que eran mundiales. El asunto es que en esos trances existió un enemigo real, no este que es invisible pero que mata con igual o mayor contundencia.
Después de meses y meses en que no faltaron los expertos en la motivación personal y en ver con ojos de amor todo lo sucedido porque nos haría mejores personas, lo que hoy vemos es una realidad que a estas alturas nadie puede criticar o condenar, porque para intentar los cambios buenos primero es preciso vivir. Muerto nadie sabe hasta el momento lo que pase.
Hay no solo miedo sino una tendencia real a ensayar el sueño eterno, a reconocer que por razones que a ciencia cierta no entendemos, a unos les va como en feria y a otros no, el virus los mira de lejos y simplemente decide dejarlos en paz. Los misterios de siempre.
Pasó la Nochebuena y la Navidad. Día con día nos descubrimos desvalidos en un planeta que no descansa en el espanto, y que ya ve en el horizonte a un virus mutante y más cruel que el otro, ese que apenas empezábamos a conocer y reconocer.
¿Esta será la nueva normalidad? ¿La que incluirá para siempre la sospecha si quien está a mi lado no se habrá contagiado del Covid-19, del 19 remasterizado, del 19 recargado?
¿Pero y luego?
Irnos a las montañas y reiniciar la historia, empezar por un principio en que resultaba más sencillo achacar todo a un Dios malévolo, igual que a otro dotarlo de autoridad sobre la lluvia y las tormentas.
Algo raro sucede desde hace años en el planeta, que la muerte democrática y pareja barre parejo, no da cuartel, no acepta otorgar perdón.
El hecho es que buena parte del escenario en que crecimos ha desaparecido sin que nos demos cuenta. Resulta curioso que la muerte de un compositor como Armando Manzanero, haya sido la única vez que el Presidente López Obrador se haya conmovido tanto que suspendiera una conferencia de prensa matutina. Algo en su escenario particular se derrumbó y le hizo comprender que lo mismo sucede y lastima a miles y miles de mexicanos.
Eso es lo que más duele, lo que nos hace condolernos de nosotros mismos.
A estas alturas cada cual ya perdió a un personaje favorito en su existencia, no solo un pariente o amigo, sino aquel que con su voz, sus historias o sus canciones, nos vio caminar los primeros pasos en la búsqueda eterna de la mujer que deseamos amar hasta la eternidad, de aquella persona que juramos nos acompañaría hasta el mismísimo fin de la eternidad, como el libro de Asimov.
Mil gracias, hasta mañana.
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@JavierEPeralta