LAGUNA DE VOCES

Olvidar lo que era la ruleta rusa

De alguna manera olvidamos, convertimos en nada recuerdos que parecían fundamentales, razón de ser de la vida. Pero olvidamos con tanta facilidad que estos días de pandemia, ya con la cuenta perdida del tiempo, no hacen sino reforzar esa vieja historia de que el ser humano no puede ni debe conservar de manera real la memoria de sus días porque acabaría por reventar, hacerse añicos, diminutos cristales imposible de volver a ser armados, aunque la verdad eso es lo que somos y argumentamos simplemente que así tenía que ser.

En la diminuta historia de los humanos en la tierra hace apenas unos días que nos atacó otra epidemia que también tapizó de cadáveres las calles, porque según decimos la ciencia no había avanzado como ahora que ya casi dominamos el mundo. Pero, todos lo saben, no es así. Incluso estamos peor que en 1918, cuando la gripe española mató a 40 millones de personas; con todo y que hasta el momento suman 1.2 millones en el planeta por el coronavirus, una cifra muy inferior a la primera.

Estamos peor porque no sabemos con claridad lo que sucede, o porque nos duele reconocer que la ciencia dichosa que creímos el remedio para cualquier mal no sirve para maldita la cosa, como no sea dar tumbos con sus recomendaciones que cambian mes con mes.

La Peste Negra acabó en 1347 con 200 millones de personas, tuvo como origen a las ratas y portador las pulgas que infectaron a las personas; después, 1520, llegó la viruela con 56 millones de muertos, entre ellos los pueblos nativos del Continente Americano a los que prácticamente acabó, o bien permitió que los conquistadores lograran su objetivo.

Un hecho sustancial es que empezamos a ver con más confianza el papel único y vital de la muerte. Durante estos días que ya son más cortos para recibir con muchas horas de anticipación a la noche, aprendimos que gracias a su presencia es posible que la humanidad se haya sobrevivido a sí misma, tan dispuesta siempre a la destrucción como norma de vida.

Coincide con la celebración del Día de Muertos en nuestro país, día de brujas y otros monstruos en Estados Unidos. Coincide con que empieza a sonar lógico que un día cualquiera dejaremos de respirar, se hará oscuro el día que traemos grabado en el cerebro, y sin un atisbo de luz caerá la negra noche eterna, esa donde dicen van a parar los difuntos.

Por eso resulta tan valioso que el asunto de la peste negra y la gripe española sean algo que probablemente sucedió porque los humanos de esos tiempos no supieron enfrentar, menos sin semáforos que un día amanecen rojos, otro verdes, naranjas hasta enloquecer y detenerse en cualquier color como si fuera una máquina tragamonedas de Las Vegas.

A lo mejor con la seguridad de que la vida es el suspiro primero o último, por eso vemos en las calles, almacenes, mercados y calles que la gente decidió salir, cuidarse sí pero no permanecer en calidad de presos en sus casas. Eso fue claro, sin ninguna duda en los primeros meses, pero cuando ya vamos por el año y es constante la versión de que serán varios, luego entonces los que antes apenas sacaban los ojos por el buzón de la puerta, afirman que no, que sería absolutamente absurdo esperar a la muerte sin por lo menos hacer el intento por escapársele.

Empezamos, lo crea usted o no, a olvidar no la peste negra, la viruela o la gripe española, sino al huésped más reciente, al Covid-19. El olvido es un decir, porque se trata de ignorarlo simplemente, pero el olvido es más eficaz cuando el que sale se juega la existencia, porque como le puede tocar o no tocar. 

La ruleta rusa en toda su expresión.

En la recta final del 2020, ahora solo falta que Trump se reelija y ahí sí, de plano, ya nadie entenderá nada de nada

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta

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