LAGUNA DE VOCES

* Palabras y vida

 

He mirado las palabras porque no son solo sonido. Tienen cuerpo, dimensiones que las hacen diferentes unas a otras, y resulta que es ya de viejo cuando se pueden mirar, distinguir las sutiles diferencias que nos hace descubrirlas en su fundamental belleza que por desgracia en no pocos casos termina por ser trágica.

Las he seguido sigiloso en las tardes para decir adiós y este es definitivo, cancela toda posibilidad de que recuperen la vestimenta, el rostro, las extremidades que las hacen caminar. Simplemente se extinguen, se esfuman.

Primero pierden la cara, la expresión que hasta antes era tan lúcida, atractiva.

Las palabras, no quien las pronuncia, y esto debe ser aclarado para que no se confundan. Son las palabras que antes de ser mudas, se desfiguran, se achatan en sus facciones, en la sonrisa que eran, en la esperanza que eran. No existen, dejan su cuerpo, dejan de verse y por lo tanto de oírse.

Se hacen huecas, y entonces están muertas, nunca más deberán ser pronunciadas, miradas por lo tanto, y se unirán a un gigantesco panteón donde no hay cadáveres propiamente dicho, sino la certeza de que el sonido que envolvieron hoy resulta nada, la nada es muerte, y la muerte el camino sin regreso.

Hace tiempo que las palabras, decía, dejaron de tener cuerpo, de poder mirarse en las noches, cuando hay luna, el pasto del jardín está mojado, las farolas prendidas y soy el que regresa apenas al abrirse el portón.

Unas se salvan y andan por ahí, disfrazadas para que no sean reconocidas y posibles víctimas de asesinatos, los que tanto abundan en este país de las delicias.

Andan escondidas y de ese modo es difícil cuantificar el número de sobrevivientes. No existen, está claro, en discursos políticos, empresariales, magisteriales, militares. Y no existen porque no se pueden ver sin un manual que intente explicar lo que pretendían.

Pero no existen, eso es una realidad que, aunque amarga, es tan verdadera como que vivimos en un país de mudos. Se trataba sin embargo de argumentar que sin cuerpo la palabra se pudre en el fondo de un desván sin luz, y no habrá poder humano que le devuelva la esperanza. No hay esperanza. Esa es la realidad. Nada de lo que suceda en los siguientes años le dará aire, oxígeno de última hora.

Si logra crecer el silencio. Si nadie se da cuenta de que la palabra ha desaparecido, no habrá forma de entender que desde hace mucho, mucho tiempo, perdimos la noción mínima de lo que es la vida.

Así de simple.

 

Mil gracias, hasta mañana.

 

peraltajav@gmail.com

twitter: @JavierEPeralta

 

CITA:

Andan escondidas y de ese modo es difícil cuantificar el número de sobrevivientes. No existen, está claro, en discursos políticos, empresariales, magisteriales, militares. Y no existen porque no se pueden ver sin un manual que intente explicar lo que pretendían.

 

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