LAGUNA DE VOCES

Migración a otro universo

La primera vez que lo vi, estampaba su pico contra el espejo de la camioneta. 

Así pasó la mañana del domingo 10 de mayo, Día de las Madres, luego de la tarde cuando ya habían acabado los festejos en el encierro provocado por la pandemia. 

Para el lunes 11, apenas había salido el sol de nuevo atacaba su imagen, aunque rápidamente los vecinos pudieron comprobar que no era una simple confusión como cuando los niños se ven por primera vez en un espejo. No. Se trataba de algo diferente porque luego de picotear el espejo hasta dejarlo sangrante, volaba y se colocaba en el lado del conductor para repetir la acción, por desgracia con resultados igual de malos para la pobre golondrina.

Ya de tarde llegaron otros dos pájaros para ayudarlo en su tarea de querer meterse en su propia imagen, hecho que descubrimos cuando los tres se colocaron en posición de ataque, pero esperaban a que el primero hiciera su intento en señal de respeto o precaución para que lo que debiera ocurrir no desembocara en una tragedia.

Las golondrinas, lo supe, pueden pasar horas y horas cuando en la prisa de su volar se topan con algo que solo ellos, y seguramente los colibríes, pueden reconocer como un hecho fuera de lo normal en un mundo tan lento y apático a su gracia para surcar los cielos.

En la noche del lunes 11 los árboles del jardín central del fraccionamiento se llenaron como pocas veces de aves, incluso uno que otro murciélago detuvo su marcha para, cabeza abajo, admirar la golondrina que permanecía en el espejo retrovisor del misterioso vehículo automotor. Difícil es conciliar el sueño cuando justo debajo de tu ventana se prepara el primer intento de migración hacia el universo que habitan los espejos.

Algo debe tener el sol que lo esperaron con paciencia el grupo de golondrinas, luego que en la madrugada las demás aves emprendieron el vuelo para el lugar donde duermen.

En punto de las nueve de la mañana, sabedores de que ningún niño va a la escuela y por lo tanto las mamás no salen a toda prisa para dejar a sus retoños en la puerta de la institución educativa, la primera de las golondrinas empezó a picotear el espejo, esta vez con cierta desesperación que se tradujo en sangre de su pico que se quedó como muestra de que ahí estuvo.

Por la costumbre de mirar los hechos con una lógica absoluta que los explica, nadie se dio cuenta, al menos al principio, que de pronto el pajarillo había desaparecido como engullido por el espejo retrovisor de la camioneta. Simplemente se hizo nada sin que de por medio hubieran saltado vidrios al aire.

Lo había logrado.

Después llegaron más y más golondrinas que buscaron sumarse al descubrimiento de su compañero, luego algunos humanos mirones que no daban crédito a lo que veían en ese punto exacto similar al lugar bajo la escalera donde Borges descubrió y contó de El Aleph.

Pero en minutos todo volvió a la normalidad, luego que otros dos pájaros se habían esfumado, y ante la imposibilidad de cualquier persona para querer meterse en un espacio tan reducido como lo es un espejo de automóvil.

Sin embargo hoy mismo todos pueden coincidir en afirmar que la despedida de tantas aves la madrugada de ese día, la obstinación de una golindrina en golpear con su pico un espejo, eran señales claras de que la primera migración hacia otro universo era real.

Muy posiblemente así haya sido, y por la salud mental de todos hay que creerlo.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta

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