El regreso de La Bella Airosa
Algo podrá hacer el viento para remediar las semanas de encierro, zozobra y miedo que de pronto se apoderaron de todos, porque no pasa ni una hora sin que nos enteremos de nuevos contagios y muertos por la pandemia del coronavirus. Por eso, que en las tardes se suelte el aire y en cada rendija se escuchen aullidos, pareciera el principio de una limpia monumental que se lleve mugre, desaliento y de paso al virus encoronado.
Puede ser, afirman algunos, que la Novia del Viento reclama su lugar y poco a poco recupere sus espacios, se burle del asfalto y cemento que invadieron lo que era su hogar de siglos y se haga fuerte, pueda rugir de nuevo, y por vez primera en tantos años los pachuqueños le den su lugar, su valor, nunca más el fastidio porque convierte cualquier lugar en barco perdido en la tormenta.
Tendrá que bajar la contaminación, el aire siempre sucio que reportan los aparatos modernos de telefonía, y sin duda nos desharemos de la enfermedad y la tristeza, para también retomar las calles, pero nunca con la falta de respeto hacia el viento pachuqueño.
Porque, debemos confesarlo, no solo dejamos de quererlo sino que lo agredimos, ofendimos, nos rendimos ante la invasión de concreto y asfalto, nos enamoramos del aparente progreso y cuando el viento de la Bella Airosa intentaba asustar a sus invasores, apenas se escuchaba un susurro objeto de burlas y desprecio.
Ahora, sigiloso (porque también aprendió a tener miedo), se asoma por las tardes de algunos días primero, pasadas alguna semanas desata su furia sobre los árboles que se mecen de derecha a izquierda, resuenan en sus troncos que aguantan el vendaval, respiran con fuerza y abrazan, se abrazan al viento que saluda de nuevo los días de la capital hidalguense.
Tiene que regresar el aire, vestir de sonidos los días que se habían callado de pronto, hacer música entre las ramas verdes, en las puertas que no cierran y en las ventanas que chiflan de pronto.
Tiene que regresar y avisarnos que ha revivido, que nunca se fue, pese a tanta ofensa, golpes a base de marro y máquinas. Tiene que regresar para que dé nueva cuenta como en siglos completos, le recuerde su nombre hermoso y único a la ciudad, a La Bella Airosa.
Por lo mientras ayer avisó de nuevo que estaba aquí, que no piensa irse, que ya no es asunto de pandemia sino de orgullo, porque el viento pachuqueño llegó primero que sus habitantes. Ya estaba instalado cuando se levantaron las primeras construcciones y lo aceptó de buena gana, porque nunca fue egoísta, porque abrió sus laderas y praderas a los seres humanos.
Pero luego fue amarrado con cadenas, arrumbado en un sótano oscuro y maloliente, arriba del que pasaban autos veloces sobre avenidas y calles de asfalto.
Ahora está de vuelta.
Ahora está dispuesto a llevarse el miedo, la zozobra, el terror originado por un diminuto enemigo que tiene encerrada a la gente en sus casas.
Ahora nos recuerda que puede perdonar, pero nunca olvidar.
El viento, el de La Bella Airosa.
Mil gracias, hasa mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta