LAGUNA DE VOCES

Día dos: la pandemia y el sentido de solidaridad
    •    El virus que nos asecha ya hizo visibles dos mundos, dos realidades


Buena parte de los habitantes del país vivieron ayer el primero de 30 días en confinamiento obligatorio al interior de sus hogares, ante la pandemia del coronavirus. Digo buena parte porque para otra será imposible “guardarse”, producto de la necesidad económica y la cruda realidad que aflige a una amplísima población de México, en la que sobrevivir es asunto de todos los días.
    De tal modo que el virus que nos asecha ya hizo visibles dos mundos, dos realidades que reflejan planetas no opuestos, pero sí totalmente diferentes, y por favor no confunda  y piense que me refiero a los “fifís” y “conservadores” de un lado, y a los pobres y explotados del otro. La división de la que hablo no forma parte de un discurso político del que se presenta como salvador de los segundos y que le aplicará la justicia a los primeros, sino de una cruda realidad que tuvo su origen hace mucho, muchísimo tiempo, para la que los políticos no han sido remedio sino enfermedad.
    El hecho es que a nuestro lado están aquellos que seguirán todos los días en sus centros de trabajo, en sus pequeños negocios, en la venta de comida en el mercado, en la construcción de casas, en la recolección de basura, en la vigilancia de los negocios, en la carnicería, recaudería, en la limpieza de los hogares. El hecho es que los conocemos, las conocemos, y por muchas razones siempre han sido personajes que rebasan cualquier momento histórico.
    Sin embargo, en esos momentos lo peor sería contribuir al discurso de odio en que se ha fincado el supuesto porvenir del país, ese que habla de que todos los que tienen recursos económicos son unos sinvergüenzas y corruptos, y por el contrario todo el pueblo humilde y oprimido es bueno y generoso.
    No es así y lo sabemos. Con todo y que alguna parte de los señores del dinero deben una explicación al ciudadano sobre el origen de su fortuna, los hay que simplemente trabajaron honestamente y lograron fincar un proyecto empresarial con el que hoy dan empleo a mucha gente. Vaya pues que también existen quienes pueden pasar cualquier prueba de limpieza.
    Y del otro lado también. Está claro que el pueblo está integrado en su mayor parte por personas que sustentan su propia existencia en el rechazo de origen a cualquier actividad deshonesta; que de familia abrevaron el sentimiento de que robar es malo. Pero también, casi en igual proporción que el bando “contrario”, hay sinvergüenzas, siempre dispuestos a la venganza porque están seguros que alguien debe pagar una situación que no atinan a entender que es producto de su profunda incapacidad para dedicarse al trabajo.
    Ya el gobernador de Puebla dijo barbaridades en eso de que los ricos se van a contagiar más fácil de coronavirus, y no los pobres. Ese discurso absurdo de odio y polarización solo puede llevarnos a caminos sin retorno.
    Hoy pues arribamos al segundo de 30 días en que los que puedan deben quedarse en casa, cuidar de su familia y de este modo ser solidarios con sus semejantes. Los que no, tendrán que salir a buscar la vida como se dice, y para ellos el deseo sincero de que por elemental justicia, divina o no, libren la enfermedad junto con sus familias.
    Cada cual en su circunstancia deberá saber también que nunca pandemia alguna puede terminar con el profundo sentido de solidaridad en una nación como la nuestra, que seremos capaces de encontrar la fórmula para que en estos tiempos de enfermedad gane siempre el sentido de que el otro, el que se ve obligado a ir y ganar el pan para su familia, debe saber que cuenta con usted, con ella, con todos.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta
    

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