LAGUNA DE VOCES

    •    Meses de expiación


La cortina de gasa deja ver siempre un cielo nublado, vaporoso como corresponde a la tela que guarda cierta intimidad y permite el paso de la luz durante el día. Es posible mirar hacia fuera, pero no de afuera hacia adentro en tanto haya un rayo de sol. Seguramente es la mejor forma de observar el mundo en estos tiempos que la búsqueda más constante es esconderse, mirar para el suelo, sonreír al que te mienta la madre desde su automóvil y cubrirse el rostro a la menor provocación para que nadie sepa quién eres, no porque seas famoso, simplemente nadie quiere que se sepa quién es.
    Nos importa muy poco la realidad, porque ha resultado tan rara que difícilmente puede creerse que sea como es, es decir un panteón tapizado de cadáveres, hombres, mujeres, niños, ancianos, de todo. El espíritu que transita por las venas del territorio mexicano es errante, avergonzado, carente de todo orgullo por lo que hace. Se trata de un país de muertos donde todavía, con los pedazos de carne que cuelgan de los dolientes cuerpos, algunos se dan por satisfechos para continuar la pelea eterna del poder.
    Parece que afuera hay sol, el amanecer es brillante, único, pero es falso. Apenas se pone un pie en la calle vuelve la historia antigua en que todos le tienen terror a todos, donde no ha quedado espacio alguno para cuando menos pensar antes de lanzar el primer golpe al que se deje.
    Despertamos con la certeza de que un país no podría caminar sin mujeres, pero hubo muchas, demasiadas que no pudieron parar sus actividades el lunes, es decir ayer, por la simple y sencilla razón de que no pueden. Hoy todos amanecen con la conciencia tranquila porque dieron muestra palpable de cuánta falta les hacen, pero a otra cosa que el día ya pasó y hoy es hoy, y por lo tanto la normalidad es que todo sea normal según los que clasifican.
    Parece que haría falta un día, o una noche de expiación en una sociedad a la que le urge cobrar venganza contra quien se le ponga enfrente porque el destino miserable, porque la mala suerte que le ha tocado, porque no se entiende tanta mala pata para caer y caer y caer.
    Eliminar la culpa o pecado a través de un tercero resulta una invitación interesante a estas alturas para expiar lo que todos traemos a cuestas. De tal modo que resulta la primera posibilidad para correr la cortina de gasa y mirar cara a cara la cruda realidad de México.
    Pero no, está claro que tampoco es solución a nada, porque de pronto, unos meses a la fecha, empezó a correr el sentimiento de la desesperanza, de la desilusión donde no cabe ya espacio alguno para creer cuando menos en las posibilidades de la misma.
    Atrás del horizonte lleno de bruma se debería ver la realidad, pero no se ve nada, como no sea un escenario absurdo donde solo queda la sensación de que a través de la violencia se pueden arreglar las cosas.
    Expiar, desaparecer culpas o pecados con cargo a un tercero.
    Parece la solución que todos han buscado afanosamente, con intensidad y vocación absoluta.
    En tanto la cortina transforma la realidad, los prados, las calles, las carreteras, el mundo entero, y resulta imposible entender quién logra hacernos caer en el espíritu de expiación cuando son otros los que llevan la culpa absoluta porque el país se va de boca más y más profundamente, sin posibilidad alguna de salvarse.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta
    

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