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LAGUNA DE VOCES

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   •    Compasión por nosotros mismos


Nos indignamos cuando en la película clásica, catalogada como superproducción por el uso de cientos y cientos de extras (Ben-Hur) la mamá y hermana del personaje central se abandonadas en un valle y obligadas a llevar una campana al cuello para así alertar a los que se encuentran sanos, y de este modo puedan alejarse de las mujeres leprosas a las que pedazos de carne les cuelgan de la cara y manos.
    En la época en que se sitúa la historia, el año 33 de nuestra era, poco o nada se sabía de la lepra, salvo que destruía la apariencia del afectado, era altamente contagiosa y siempre tenía como final  la muerte de quien padecía el mal.
    Sin embargo un elemento que prevalece es que la indignación solo se practica a la distancia histórica o geográfica, y por lo general se traduce en un temor creciente que lleva en la mayoría de los casos a poner en práctica lo que antes se criticaba, es decir la práctica de que entre más lejos estén los contagiosos el problema no se complicará, y si es posible hacer como si desaparecieran, esfumaran sin dejar rastro, todo será mucho mejor.
    La cruda realidad siempre acabará por colocar a todos en su lugar, y nadie aceptará que por un espíritu solidario se exponga a todo la población de un país al abrir las puertas a quien desee buscar refugio en una nación como la nuestra, en estos tiempos del coronavirus.
    Vivimos tiempos inéditos no solo en México sino en el mundo entero, porque no solo son posibles enfermos con el virus terrible los que derivan en actitudes de odio, sino también los migrantes que son golpeados en países como Grecia por el horror que provoca la llegada de “extraños” que según los golpeadores llegan a quitarles trabajo, comida y finalmente vida.
    A veces en son de broma algunos se preguntan si no habremos llegado a un nuevo Fin del Mundo, en caso de que el Dios que provocó el diluvio universal que solo fue en la Tierra, todavía tenga alguna sed de venganza en contra de los pequeños seres que fabricó y colocó en un escenario para que se reprodujeran a pasto y tuvieran como tarea primordial ser una mascota obediente.
    El ser divino del Antiguo Testamento sin embargo nada tiene que ver con el personaje que muere crucificado en el Ben-Hur que hemos citado, y por lo tanto  será preciso pensar que del Dios iracundo y con muy poca tolerancia, al que fundamentó su tarea en el amor no puede existir coincidencia en querer acabar de un golpazo la creación que tuvo a bien dar vida.
    De tal modo que puedo asegurarle que no viene el Fin del Mundo en su segunda edición, aunque puede ser que se parezca mucho.
    De tal modo que no se angustie ni ponga oídos a toda una serie de informaciones que pululan en el internet en que aseguran que su vecino padece del coronavirus y que no sería mala idea inundar su casa con Pinol, el que huele a pino, o algún producto que tenga cloro al cien por ciento.
    No crea usted que el virus hoy de moda va de ciudad en ciudad en búsqueda de nuevas víctimas, y que es algo así como el Cartel Coronavirus Nueva Generación. Le suplico que no se crea esas locuras porque acabará con los nervios crispados y ansias de querer aplicar los Usos y Costumbres y pasar por las armas al cristiano catarriento que se le cruce en su camino.
    Muy en el fondo de su corazón acepte que si el mal es como lo han pintado cualquiera puede caer en sus garras, incluidas las personas que amamos, y que por lo tanto con ese mismo amor que profesamos por quienes son cercanos a nosotros, debemos mirar a los que caen enfermos.
    El terror solo puede derivar en odios, deseos de muerte a quien de pronto se ve como enemigo. Pese a todo siempre seremos hermanos de une embarcación en el mar de la vida donde llegamos un día cualquiera, y nos iremos de la misma manera con la única constancia de que gozamos la compañía, el cariño de quienes estuvieron a nuestro lado.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta