* 20-20
Muchos de los compañeros de escuela, desde la prepa a la universidad, todavía no logran, no logramos comprender cómo es que en el calendario donde llevamos el conteo de la vida ya apareció el 20-20, sin que a ciencia cierta nos hayamos dado cuenta de los meses de abril que fueron arrebatados por el vendaval de las circunstancias. Algunos incluso ya murieron, y me consuelo con la idea de que no fue producto de la edad sino de una de esas enfermedades que anda por ahí, a la caza del que se descuida para agarrarlo por la espalda sin posibilidad de defenderse.
Los grupos de whats tan en boga por estos tiempos, han tenido la gracia de acercarnos con quienes estábamos seguros ya nunca recibiríamos noticias suyas, pero también de atraer dolores que el olvido, con su sana y sabia acción, enterraba en alguna parte de donde se supone ya nunca iban a salir.
Desconozco quién tiene la razón, pero resultaba de una lógica absoluta aceptar que pasados 20 o 30 años sin saber nada de quienes nos acompañaron en la prepa o la universidad, habían desaparecido, igual que nosotros, sin que esta situación nos complicara en ningún sentido la existencia. Dábamos por hecho que tal vez andaban por ahí en una etapa nueva de la existencia, con nueva esposa o nuevo esposo si se habían divorciado y otros hijos que se sumaban a los dos o tres que ya tenían. Lo mismo con las compañeras que en un punto exacto del cuarto semestre consideramos capaz de construir eternidades. Nada como el olvido para aliviar el dolor de cualquier separación.
Esa era la realidad en tiempos anteriores al internet, a las mensajerías instantáneas donde se pueden hacer grupos de todo tipo. Para mucho resultaba el mejor método cuando llegado el momento nos tocara partir sin decir tantos adioses en los listados de ahora que suman más de cien ex condiscípulos de escuela.
Ahora nos sorprendemos al unísono con eso del 20-20, porque se lleva un conteo meticuloso de los años vividos, hay quien conoce la fecha exacta del nacimiento y felicita a primera hora con la edad del susodicho o susodicha, de tal modo que nadie puede escapar a la realidad de que nos hacemos viejos a pasos acelerados, inhumanamente vertiginosos.
Luego vienen las fotos, y la imagen única que habíamos guardado de todos con 20 y tantos años de edad empieza a desmoronarse sin que esto sorprenda a nadie, porque resulta lógico que de 20 y tantos a casi 60, más en algunos casos, las cosas cambien y no siempre para bien. Es la vida, la simple vida que hace lo que sabe hacer: acabar con sus inquilinos.
Para un maestro de Comunicación, ver en el metro de la ciudad de México a tanta gente amontonada pero en la absoluta soledad, tenía que ver con el uso de walkman y audífonos, “somos una sociedad de solitarios aunque vayamos en medio de una multitud. Nos escondemos en audífonos, en música que aísla, que nos permite no escuchar al de al lado, no mirarlo, no platicar, no existir”.
Supongo que el whats es diferente porque hay respuesta de vuelta, pero casi de manera constante sin necesidad de mirar al otro o a la otra. Es similar al walkman pero con la posibilidad de no leer el mensaje, hacerlo cuando se nos ocurra y no mirar a nadie.
Supongo muchas cosas. pero una central es que no hay pasado que se oculte a nadie porque existen rastros de todos para así poder localizarlos y luego integrarlos a un grupo para no olvidar, para recordar, para saber que después de todo cada uno siguió un camino particular, único, donde existe la vocación firme del recuerdo, de la memoria.
Es cierto, se tendrá que sufrir más, pero de alguna manera evita confirmar cuando miramos el calendario, que llegados al 20-20 no nos dimos cuenta del paso de los años como si no hubiéramos existido. Existimos, recordamos, nos duele la partida de alguien que conocimos hace tantísimos años, porque es la única constancia de que existimos.
Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta