LAGUNA DE VOCES

El tren con pasajeros

A lo largo de toda su existencia estuvo seguro que la vida es semejante a una estación de tren, con la única diferencia de que regularmente no sabemos el destino final del vagón que abordaremos, y mucho menos los acompañantes que tendremos durante el trayecto que solo termina cuando abordamos el último vagón que ya no tiene conexión con ningún destino.
    Los primeros años, ahora que lo recuerda, fueron los más interesantes porque supo conservar hasta los 12, la seguridad de que toda la existencia tenía como origen algo mágico, y por eso su necedad en defender en cualquier lugar la existencia definitiva de los Reyes Magos en contra de versiones que afirmaban que eran un simple y vulgar invento de las personas. Hoy que mira hacia atrás se da cuenta que la magia no se pierde, pero sí se olvida.
    Esperar a que llegara el mes de diciembre era en definitiva algo desesperante, porque un solo mes era el equivalente de tres o cuatro, de tal modo que un año eran tres o hasta cinco. Alguna vez pensó que llegaría viejo a la próxima visita de los Reyes, lo que por fortuna no ocurrió y pudo engalanar el departamento donde vivía al lado de toda la familia, con la luz especial que otorga la seguridad de que la vida no es un mecanismo simple y sin sentido del que todo puede ser explicado.
    El último mes del año resultaba en ese tren al que se había subido, un lugar único lleno de cosas mágicas, de parientes que estaban siempre para ayudar aunque ya hubieran muerto. No, el mundo no podía ser un tren que da vueltas y vueltas sin ninguna razón; por el contrario, era el que corría apresurado unas veces, otras muy lento, pero siempre con el tiempo necesario para que platicara con sus acompañantes.
    Pudo mirarse abrazado a sus padres cada vez que lo deseó. Era poseedor de ilusiones, de sueños, lo que garantizaba casi de por vida que nunca desesperaría, que hasta en los momentos más amargos, podría recurrir a la simple acción de llamarlos para que estuvieran con él.
    Desde entonces han pasado tantos años que hoy mismo empieza a parecerse a su padre, y comprueba que hay pequeños que también tienen sus ojos, su necia afición por parecer tristes, que lo miran con cariño y que sabe seguirán con gusto el viaje que alguna vez le dejaron sus padres para que disfrutara la hermosa vida.
    Así que cada vagón del tren se llena de cariño, de espacio para que pueda enseñarles que es cuestión de no olvidar nunca que la realidad puede abordarse con pena, si se cancela la puerta que lleva a ese lugar único que pocos pueden ver, donde coinciden los lugares en que todos pueden mirarse, abrazarse, recordarse…
    Parece que a esta edad todo camina más rápido, que el tren que se tomó en la estación donde se nace se desbocó y no da tiempo para admirarse de lo que de niños adoramos cuando ya se fue con el arranque del año nuevo, y por lo tanto la desventura de que otro diciembre se ha ido.
    -Mira bien el carro del tren en que vas. Admira, ama entrañablemente a quienes te acompañan desde siempre o quienes aceptaron subirse a tu lado. Agradece, comprende, muestra sin rubor y mucho menos vergüenza que recibiste algunos pases de magia para que los que se han ido regresen, te abracen, te reconforten. Enseña, paso a paso diles que no se debe dejar un solo detalle al azar porque eso lleva al olvido. Todos, de algún modo, tenemos la oportunidad única de reconocer el camino que siguen las vías del tren, de seguir la ruta. Todos somos responsables de nunca olvidar que no hay pasados, presente y futuros, sino un largo tren donde todo sucede al mismo tiempo.
    Ese no es ningún secreto, pero sí un recordatorio para que nos miremos en el largo camino que sigue la vía del tren que se llama vida.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

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