* Caminar por el centro de la ciudad
Caminar por las calles del centro pachuqueño sin otro objetivo que ese, caminar, necesariamente despierta los recuerdos que se quedaron a la espera, luego que la vida nos llevó a los fraccionamientos del sur, donde los condominios y puestos al por mayor de comida.
Allende, Morelos, Hidalgo, todos héroes de la Independencia, forman la vida de un espacio único que nunca ha dejado de existir pero que por alguna razón de egolatría uno pensaba que se habían borrado sin nuestra presencia.
No es así. Ahí están y siempre estarán, incluso cuando nuestro destino sea el panteón municipal si hay cupo, o cualquier otro camposanto de los modernos, pero que al final de cuentas resulta lo mismo como morada final.
El aire siempre helado, es el saludo de bienvenida si la noche nos lleva a esos lugares, con los comercios que siempre lucen lánguidos y apenados por no tener la luz escandalosa de las plazas cerradas, con remedo de viento que recirculan aparatos gigantes que nos hacen creer que hasta el clima cambió en la ciudad capital.
Dirán los enfermos de nostalgia que antes todo era más hermoso, pero no es cierto, la mera verdad.
Solo el vagar solitario, pensar que hay fantasmas a la espera de quien asustar, mantiene a medio vivir el centro histórico pasadas las nueve de la noche, incluso antes, aunque dicho sea de paso los grandes almacenes también se guardan a la misma hora, cierran sus puertas y de no ser por los cines toda la ciudad estaría dormida justo cuando las manecillas se cruzan con los horarios comerciales.
Hace mucho que desaparecieron los inquilinos que antes daban vida a la parte más símbolo de Pachuca. Simplemente pasó lo que en otras partes, y salvo uno que otro aventurero, la mayor parte se fueron, porque vivir a la buena del viento es casi imposible. Si existiera un censo de los pobladores de hace 30 años a los de ahora, sorprendería ver que una inmensa mayoría decidió emigrar y si acaso conservar sus comercios.
Quién sabe lo que tenga de misterioso el centro histórico pachuqueño que de pronto se queda desierto y los personajes que lo transitan en la madrugada son los de siempre, es decir lo que se perdieron luego de temible borrachera en el Salón Pachuca y no dan pie con bola para agarrar el norte que los lleve de nuevo a su casa. O los que se confundieron de carretera y usaron la antigua que va al Real.
El asunto es que mirarla de noche sí, pero un rato, nadamás una hora si acaso, porque luego es fácil descubrir que no es nada grato pasearse a la voluntad de un patrullero en busca de presa para llevarlo a la barandilla o quitarle lo que traiga, o que algún despistado malandrín decida hacer del nostálgico presa de sus economía en quiebra.
Casas antiguas, conservadas a golpe de necesidad de recuerdos. Edificios que apenas se sostienen, pero que son el legado de la vida misma pachuqueña.
El centro de la capital hidalguense, es claro, seguirá donde siempre. A veces, por salud mental y de memoria, es de importancia vital darse una vuelta por sus calles, recordar, simplemente recordar, y saber que es deber cumplido pasar lista por los que emigraron, como uno, a las casitas y edificios del sur, por donde se va al Distrito Federal.
Mil gracias, hasta el próximo lunes.
twitter: @JavierEPeralta