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LAGUNA DE VOCES

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    •    Parroquia de La Asunción


Nadie se dio cuenta. Sonó igual que el enfrenón de uno auto compacto, de tal modo que sólo quien tenga por costumbre pasarse la vida con el oído pegado al suelo, habrá escuchado el crujir del tiempo que se detuvo. Lo demás queda a la interpretación de cada persona, pero el hecho fundamental es que únicamente en el silencio de esta parroquia, la de La Asunción, es posible oír los diminutos pero urgentes intentos del tiempo por volver a caminar.
Una niña no ha parado de llorar desde que me quedé guardado en el recinto sagrado, con la vaga idea de que no hay mejor lugar para olvidar que el tiempo se quedó seco y tieso, como aquel donde los santos se hacen iguales, mientras nosotros viejos. De todos modos, al final del día, uno siempre acaba por entender que la vida es idéntica a las imágenes que pueden pasarse años y años sin que nadie les platique nada, hasta que un día se llenan de listones y veladoras por milagros que decidieron realizar para luego volver a un silencio absoluto.
Construida en 1534, siempre se le ha conocido como la primera edificación religiosa de los españoles, y seguramente la única, porque con todo y que Pedro Romero de Terreros se hizo archimillonario con la plata que se llevó de estas tierras, nunca accedió a patrocinar la Catedral que toda gran ciudad debe tener.
Sin embargo La Asunción ha sido desde siempre especial, porque posee el don de parar el tiempo cuando así lo necesita todo ser humano aplastado por la existencia, los dolores del alma y el corazón. Sucede así de simple y quien puede sentirlo y hasta escucharlo, se dará cuenta que cruje algo al interior de la tierra cuando se detiene el paso de los relojes, de las nubes en el cielo, del sol.
Los ha visto que cierran los ojos y bajan la cabeza para susurrar oraciones durante horas enteras, como si de pronto pudieran alejarse de la banca colocada en mitad de la nave, y se van porque a quién habrá de gustarle pasarla tan mal en la calle, donde ya nadie regala una moneda con la sospecha de que hasta los limosneros engañan a quien se les pone enfrente.
Es decir que se ha perdido la confianza en todo, y el mejor lugar para olvidar que solo un milagro traerá algo qué comer, es justamente la Parroquia de La Asunción, donde detener el tiempo es un arte que se aprende con horas y más horas de pedir a los cielos el olvido, la desmemoria, la capacidad de no querer saber absolutamente de nada, mucho menos de la propia existencia.
Sucede a cualquier hora, pero preferentemente pasado el mediodía, y cuando menos parroquianos hay, porque es asunto de soledad hacer que el hambre, el sufrimiento dejen de caminar encima de quienes los padecen.
A buena parte de los pachuqueños nacidos en la ciudad es la iglesia que más les gusta, incluso por encima de San Francisco, con todo y que esta última guarde los restos de Santa Columba con la cabeza pegada al cuerpo, ya que murió por decapitación. Algo guarda La Asunción que enamora y despierta la ilusión de que todas las cosas son posibles.
    No es sin embargo el lugar predilecto para los que se van a casar, ni de los quince años, ni de las fiestas en general, porque todos esos asuntos tienen que ver con el tiempo, y es precisamente el que se detiene y cambia para siempre las cosas.
    Si se logra la coincidencia de que en la calle no haya algún anunciador de pomadas milagrosas o barata de medias, es posible que el silencio absoluto se apodere del lugar y entonces cruja el suelo para anunciar que la vida misma se ha detenido en seco, y que en esos instantes es el momento justo para olvidar, simplemente olvidar.
    Desde hace siglos se conocía la historia de que en el momento y el lugar indicado, es posible que el deseo ferviente de quien lo pide pare el tiempo, así, con todas sus palabras, que el tiempo deje de caminar.
    La Asunción es uno de esos lugares únicos.
    Sucede. Hay muchos que pueden testificar a favor de esta aseveración, aunque un buen número nunca vuelven a aparecer en ese instante y huyen de la realidad que les ha tocado en mala suerte vivir.
    Pero sucede. Por ésta que sucede.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

CITA:
Desde hace siglos se conocía la historia de que en el momento y el lugar indicado, es posible que el deseo ferviente de quien lo pide pare el tiempo, así, con todas sus palabras, que el tiempo deje de caminar.
    La Asunción es uno de esos lugares únicos.
    Sucede. Hay muchos que pueden testificar a favor de esta aseveración, aunque un buen número nunca vuelven a aparecer en ese instante y huyen de la realidad que les ha tocado en mala suerte vivir.
    Pero sucede. Por ésta que sucede.