LAGUNA DE VOCES

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* Abajo de la calle tercera y cuarta de Agustín del Río

De lejos la calle siempre se veía oscura y llena de basura proveniente del mercado y los puestos ambulantes. Siempre había flores aplastadas con tallos verdes que dejaban un rastro sobre el piso que llevaba a ningún lado. Luego de dar unos pocos pasos se descubría una marisquería con precios tan bajos, que a muchos les despertaba la sospecha que se trataba de mercancía robada o a punto de echarse a perder. No, esa afirmación nunca pudo ser comprobada, porque ningún periódico daba cuenta de algún difunto producto de la intoxicación.
    Pero era una constante que la calle atemorizaba cuando pasaban de las ocho de la noche y la mayor parte de los que tenían algún negocio ya lo tenían cerrado. Atrás, al costado de una plaza que parece nunca termina de agarrar forma, la iglesia donde Mariano Matamoros, héroe de la Independencia ofició misa, ha formado parte del descanso para los que piden limosna, venden lo que pueden en las esquinas y se duermen en las bancas en un silencio raro con todo y el escándalo de los que a estas alturas todavía venden discos piratas.
    Es la Parroquia de la Asunción, a la vuelta de la papelería El Compás, ya en Venustiano Carranza; de El Bodegón y un Coppel que quién sabe cuándo apareció ni a cuántos incautos ha explotado con el negocio de los pagos chiquitos en tres mil 500 semanas.
    La calle donde casi enfrente del Mercado Benito Juárez, se localizan los tacos de guisado El Bajón, adelantito la Florería Lily, la mueblería Don David Loreto, y lueguito de la calle de San Clemente, el oasis para los sedientos, el consuelo para los desconsolados, el encuentro siempre celebrable en el Salón Pachuca, con Mateo, Marín y un sobrino que siempre me dice tío, capaz de mover el control remoto de la televisión nadamás de ponerle las manos encima, sin tocarlo directamente.
    No hay quien conozca que por lo menos una vez en su vida, no se haya pasado horas, días enteros en la tarea simple y constante de escuchar música en la rocola ya de la edad moderna del Mateo y acabar cual zombi llorón si la ocasión lo amerita, el o la que canta le pega en el sentimiento y después de todo la tarde y noche son largas como la eternidad.
    Sin embargo la travesía debe empezar en La Asunción, porque si no carece de sentido beber hasta el olvido, si no hay de por medio una plática previa con Dios sin necesidad de nada, como no sea la voluntad de hacerlo.
    Pachuca es triste en esos lugares, porque sopla el viento de manera inmisericorde, porque es la ciudad que conocieron los abuelos de los padres que hoy todavía, de vez en vez, detienen la marcha para reencontrarse con quienes se fueron hace 30, 40 o hasta 50 años.
    Sí, puede ser triste, abajo de la tercera y cuarta de Agustín del Río, abajo del recuerdo que nunca se va de lo que fue la capital de Hidalgo, porque quienes sobreviven al necio olvido de lo que llaman modernidad, se reencuentran para preguntarse lo mismo, de los amigos que ya murieron algunos, de lo que fueron, de lo que ya nunca serán.
    Y desde esos tiempos El Salón Pachuca ha servido para esa posibilidad, es decir el reencuentro de los recuerdos, la sutil y simple acción de poner en marcha la memoria a partir de un bull con hierbabuena macerada, que corre a comprar Marín casi siempre el único autorizado para elaborar el brebaje. Brebaje mágico, algunos dirán que todas las bebidas lo son, pero no es así.
    Brebaje mágico, único, que ilumina como luz de cientos de watts la calle de Carranza, los rastros de flores que llevan directo a saber que todavía se tiene capacidad de recordar no solo el pasado, sino el presente y el futuro. Porque siempre hay futuro cuando se vive el presente.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

CITA:
    Y desde esos tiempos El Salón Pachuca ha servido para esa posibilidad, es decir el reencuentro de los recuerdos, la sutil y simple acción de poner en marcha la memoria a partir de un bull con hierbabuena macerada, que corre a comprar Marín casi siempre el único autorizado para elaborar el brebaje. Brebaje mágico, algunos dirán que todas las bebidas lo son, pero no es así.