LAGUNA DE VOCES

* Viajar solo de ida

Siempre que alguien sale de viaje dedicamos buena parte de la reunión para despedir a esa persona, en decirle que vaya a tal lugar, conozca un museo que vimos en un documental, lo mismo que pruebe la comida del mercado que se encuentra en una calle del centro. Todo es curiosidad si no hemos ido, y tal vez nunca lo hagamos, al país, ciudad que está por recibir a quien está a punto de partir.
    Todavía más lleno de sentimiento, si tendrán que pasar por lo menos tres años para que regrese, con todo y que en estas épocas del internet la comunicación pantalla a pantalla es cosa sencilla de realizar. Sin embargo, lo sabemos, nada sustituirá el reencuentro personal, el abrazo, la alegría por tener de nuevo en casa al  hijo que se fue a estudiar, a trabajar, a buscar la aventura de la existencia.
    Todos nos hemos ido algún día: de la casa paterna para estudiar la universidad, hacer una familia, desempeñar el trabajo que por fin logramos conseguir. Buena parte de la existencia humana se nutre de constantes adioses y saludos de bienvenida. Hay una lógica exquisita en este proceso que regularmente nos lleva de regreso al lugar donde fuimos felices para quedarnos de manera definitiva.
    Algunos que se fueron al extranjero para probar suerte de pronto un día nos comentan que han decidido fincar su hogar, es decir el escenario de la felicidad en otro país; desplegar las velas del recuerdo eternamente, o lo que dure la vida, y transformar sus eventuales estancias en la tierra donde nacieron en visitas, porque aceptaron ser eso: visitas.
    Pero regresan, y todos tenemos constancia de que la nueva familia que tienen, sus hijos, llevarán nuestro mirar en tierras lejanas, y en un futuro no lejano serán los que regresen a su tierra natal para probar suerte, y tal vez se quedarán de nuevo tres o cuatro generaciones después.
    Hay otro viaje sin embargo en el que no hay lógica alguna, porque todo viaje lleva implícito el retorno, y si eso deja de existir entonces se trata de otra cosa que siempre nos espanta, porque no hay nada qué recomendar en ese lugar extraño del que nadie da noticia alguna, del que nadie recibe correspondencia.
    A mí me admira la forma como Don Félix Castillo, El Gato Seco, llega a mi ofician para platicar de la enfermedad que lo aqueja y platica, siempre memorioso, de las veces en que se le ha escapado a al muerte, lo mismo en el nivel 400 de la mina, que en la cumbre del Pico de Orizaba. Pero de ésta yo creo que ya no, me cuenta, sin otra tristeza que la preocupación por su compañera de vida.
    Sin otro afán que platicar y agradecer a sus amigos, don Félix adelanta que por mucho estará con nosotros otros 15 días, que le ha gustado su vida porque hizo lo que deseaba: ir de las profundidades de la tierra hasta el techo pegado a las nubes. Contar las historias únicas de los mineros que conoció, del minero que fue y siempre será.
    No se lamenta de la enfermedad (cáncer), aunque sí de lo que tendrá que pasar su esposa, su compañía única y fundamental desde hace muchos años, y con la que logró una comunicación tan cercana y certera pese a la ceguera que ella padece desde hace un tiempo.
    Me callo. Don Félix me da la oportunidad de escuchar una lección definitiva, única de primera mano, de quien sabe que el viaje final está cercano y con la poca fuerza que le deja una dieta obligada desde hace casi tres meses platica, medita: “a todos nos va a tocar, unos antes, otros después; pero tuve una buena vida en la que alcancé más cosas de las que podía esperar. Voy a estar hasta que pueda, y después me habré de ir con las gracias a todos los que han sido mis amigos, mis hermanos. Ya le dije al Chaniz, a Karlita que sigan con mi programa de radio, que de alguna forma estaré con ellos y con los que me escuchen. En serio que he sido feliz con la vida que he tenido, y todos debieran hacer lo posible por vivir, y vivir es hacer lo que a uno le gusta”.
    Don Félix contara historias hasta el último momento. De eso no tengo la menor duda.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

CITA:
    A mí me admira la forma como Don Félix Castillo, El Gato Seco, llega a mi ofician para platicar de la enfermedad que lo aqueja y platica, siempre memorioso, de las veces en que se le ha escapado a al muerte, lo mismo en el nivel 400 de la mina, que en la cumbre del Pico de Orizaba. Pero de ésta yo creo que ya no, me cuenta, sin otra tristeza que la preocupación por su compañera de vida.

    

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