LAGUNA DE VOCES

    •    Como dos gotas de agua


La primera vez que llovió durante más de cinco días ininterrumpidos ella se puso a llorar de miedo, porque recordó aquella ocasión en que la crecida del río se llevó su casa, pero principalmente los pocos recuerdos que tenía de papá y mamá en un retrato blanco y negro donde podía constatar, una y las veces que quisiera, el parecido absoluto con su madre.
    Perdidos los objetos que daban fe de lo que siempre decía su tía, de que eran casi como dos gotas de agua, no había otra forma de dar principio a una especie de ritual en que se esforzaba por construir la cara de quien la trajo al mundo, pero siempre resultaba inútil, porque se daba cuenta que lo único que hacía era calcar su propio rostro.
    Sin embargo la lluvia era una de las pocas ocasiones en que se quedaba tirada en la cama luego del trabajo, y hasta una ocasión se fue de filo hasta el otro día, cuando sonó el despertador y no podía abrir los ojos porque había visto de nueva cuenta el rostro que tan luego quiso platicar que lo recordaba, se esfumó.
    Por eso tenía un sentimiento tan raro cuando el cielo se llenaba de nubes, tronaban los rayos apenas iluminados y se soltaba un aguacero. De algún modo le había robado la memoria de niña, pero también le regresaba, cuando se quedaba dormida, una pequeña lucecita que le daba constancia de su pasado.
    A lo mejor por eso en estos tiempos modernos la mejor forma de guardar todo lo que a uno se le ocurra es en “la nube”, porque al abrirla se sueltan como cascadas fotos, escritos, mensajes, todo eso que permite saber que después de todo la vida existe.
    Pero no es el caso, y por eso la angustia cuando la lluvia no cesa y ve pasar por las calles los pequeños ríos que van quién sabe a dónde.
    Unas veces se dedica a contar las gotas, porque la historia que mamá le contó es que en cada una de ellas existe un universo completito, con lunas y estrellas, y deseos que se cumplen siempre y cuando lo desee con tantas ganas que antes de caer y estamparse contra la tierra, explotan y crean la vida misma.
    Es por supuesto una tarea de locura, porque convertida en aguacero, la lluvia es un tambor irrefrenable de sonidos. Unos minutos es posible distinguir si aquélla tuvo el sonido de los sueños, otra de los recuerdos. Pero es tarea imposible.
    Pero llega el sueño, ese que apacienta hasta al más inquieto. Y el sueño es de nueva cuenta una nave en el mar que sabe tiene un rumbo, pero de tan complicado la deja en medio de la nada con la simple esperanza de que el faro diminuto que se ve en la eterna inmensidad, tenga la sabiduría de llevarla a un puerto seguro.
    Si por las calles empezaran a cobrar vida los universos prometidos por las historias maternas, está segura que cada calle se iluminaría y podría salir de su casa para tirarse en el primer río diminuto que pasara para empezar la aventura del mar.
    No ha dejado de llover en tres días, lo que quiere decir muchas cosas, pero la principal es que el rostro de su historia personal puede regresar, guardarse para siempre en la cama, aprisionar la constante vocación de darle identidad a cada gota de agua, porque no hay una igual como los copos de nieve que nunca ha visto.
    Ahora lo comprende, cuando extiende las manos desde la ventana y mira que era cierto, que siempre fue cierto: su cara es idéntica a la de mamá, como dos gotas de agua únicas entre millones, porque explotan y crean el universo donde siempre ha vivido. Universo que tiene mares y playas donde camina y sube la mirada para ver un faro luminoso, luego de estar perdida tiempo eterno sin rumbo.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
twitter: @JavierEPeralta

CITA:
Unas veces se dedica a contar las gotas, porque la historia que mamá le contó es que en cada una de ellas existe un universo completito, con lunas y estrellas, y deseos que se cumplen siempre y cuando lo desee con tantas ganas que antes de caer y estamparse contra la tierra, explotan y crean la vida misma.

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