- Historia de un payaso triste
Son tiempos de gesticuladores, del tango Cambalache convertido en realidad, donde los hechos de la vida superan a la ficción y no dejan pasar día sin sorprendernos.
Todo esto provoca la lucha anticipada por el poder político, en una historia que se ha repetido hasta la saciedad, y en la que un siempre fatuo personaje de la farándula deportiva por fin sale a la pista del circo con nariz y grandes zapatos, a reconocer que efectivamente, el traje y todo lo que trae puesto se lo regalaron. Todavía más sinvergüenza el dedo inquisidor que lo señala, sol que se apaga, beneficiado por el sistema del que hoy pretende brincar de esa embarcación a la manera de las ratas que abandonan el navío, no sin antes disfrazar sus venganzas como investigaciones periodísticas.
Sin embargo al pobre payaso (eso de pobre es un decir) nadie lo puede defender porque es indefendible, porque sabía que todos sabían de sus andanzas, y que ni es ejemplo de empresario que desde niño empezó a trabajar para labrar su fortuna, ni tampoco de bonhomía. Por supuesto que al interpretar la ópera de Leoncavallo nadie se conmovió ni se tentó al llanto.
Porque quien sabe su pasado, por lo menos le intenta a la humildad, a conectar con la porra humilde que se conforma con el sueño del equipo campeón. Pero por supuesto no es el caso, y el hombre del circo de tres pistas de pronto empezó a creerse su historia, la del rey Midas que todo lo que toca se hace oro, y luego entonces no le debía nada a nadie.
Y así se enfrentó con otros de la misma calaña pero de poder casi absoluto en un país como el nuestro. Entonces fue el chirriar de dientes, diría el Evangelio, porque en una lucha de frente entre los que hacen del cinismo camino, gana siempre el más cínico.
Así que ni a cuál irle.
Pero de paso la gran empresa del sol naciente, ahora unida a su hermana menor de los que venden a precios chiquitos para joder a los jodidos, decidió que era el tiempo propicio para saltar del barco, y dirigir su arsenal en contra de los que hasta hace poco eran sus generales, porque como soldados del tricolor obedecían ciegamente.
En una de esas el redentor que todo perdona y a todos abraza los mira con ojos de cariño, y de pronto lo empiezan a tratar sin los calificativos de mesiánico, loco y demás.
La guerra en todo su apogeo, siempre por el poder, siempre.
En otro flanco de ese “Cuarto Poder” que aseguran representar los “medios nacionales”, se dan gusto en ejercerlo, siempre a través de las consabidas “investigaciones especiales”, que no son sino encargos especiales para mandar mensajes, o de plano hundir el navío del que se ha atrevido a cuestionar a uno de los grupos más poderosos del país avecindado en Atlacomulco.
Todo se vale.
Acudimos a manera de espectadores a este singular espectáculo, donde primero un payaso triste reconoció que hasta los zapatotes y la nariz le regalaron, y ya difícilmente podrá dejar esa fama. Acudimos a la historia de siempre, en que las grandes empresas de la supuesta comunicación, sueltan a su jauría para comerse vivo a quien le estorba a sus intereses.
Siempre lo mismo, y esto apenas empieza.
Y en todo lo anotado, el hecho fundamental es que no hay buenos ni malo, inocentes ni culpables. No, todo queda revuelto y pasadas unas semanas quedará en el olvido, una vez llegado el acuerdo que se da en las alturas, donde la tropa que se aporrea y deja narices sangrantes jamás será invitada.
Siempre lo mismo, siempre.
Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta
CITA:
Sin embargo al pobre payaso (eso de pobre es un decir) nadie lo puede defender porque es indefendible, porque sabía que todos sabían de sus andanzas, y que ni es ejemplo de empresario que desde niño empezó a trabajar para labrar su fortuna, ni tampoco de bonhomía. Por supuesto que al interpretar la ópera de Leoncavallo nadie se conmovió ni se tentó al llanto.