LAGUNA DE VOCES

    •    Días de frío


El mejor lugar para vivir tendría que ser aquel donde el frío se apodere de todos los meses del año, y no permita que rayo de sol alguno se asome en las mañanas. Solo la luna esplendorosa poseedora de la noche entera, cuando las nubes se repliegan, los vientos se hacen calmos, y existe la seguridad absoluta de que el blanco, brillante manto lunar, quede congelado hasta la eternidad.

    Todos los que llevamos más de 35 años de vivir en Pachuca, conocimos de la furia del frío pachuqueño; del viento helado que corre sin freno por todas las calles del centro, se hace aullido y finalmente escapa por Abasolo hasta guarecerse en las puertas del panteón.
    Algunos afirman que son los estertores de un moribundo, porque ha sido un clima que pocas veces se había sentido en otros años, otras décadas. Porque sí, el frío era una constante en la capital hidalguense, pero discreto, huraño como el carácter de sus habitantes, se diría que incluso delicado para no aterrorizar a la gente.
    Pero estas últimas horas ha cambiado ese rostro amable por otro fiero, decidido a espantar los días de calor cercano a los 35 grados, afrenta para la Bella Airosa en los años recientes, cuando el termómetro le ha dado por dispararse hasta las nubes. Y no, eso sí que transforma la costumbre de los hombres y mujeres que caminan con el rostro cubierto, y una prisa que nunca termina, no puede permitirse.
    Algo de bueno ha de tener el frío, el frío en serio, que apenas deja asomar los ojos por la bufanda, el gorro, las chamarras y chamarras que intentan apaciguar la temblorina. No, en estos días ni los lugares santos de las cantinas tienen clientela, porque es cuando se entiende que era mentira el calor supuesto del alcohol, en paredes altas y chamuscadas donde se cuela la escarcha del invierno.
    Digo algo bueno porque hace que todos lleguen temprano a sus casas, se guarden, se arropen con pijamas de franela, y busquen en los sueños la posibilidad de asomarse al sol, que se niega, se hace del rogar desde hace meses.
    A lo mejor era cierto aquello que una vez presentó Dimensión Desconocida, de que salimos de la órbita, y sin que nadie haya querido avisar, nos alejamos de manera irremediable del calor solar, hasta confines donde reina el hielo, el invierno, el universo congelado.
    Esa es una posibilidad, que por supuesto nadie desea que sea cierta, porque con todo y que la luna nos acompañaría en esos infinitos caminos de estrellas, de aquí a que congeniara con otro sol, de seguro ya estaríamos risueños y con la mirada perdida.
    De tal modo que por el bien de todos esperemos que aún estemos en la órbita solar de siempre, y solo sea asunto de un mal entendido entre los que manejan el discreto pero efectivo buen camino de planetas, galaxias y demás.
    Ayer Pachuca fue la de hace muchos años. De alguna forma es bueno que así haya sido, porque la historia de un pueblo no puede olvidar lo que la nutrió de fuerza, de carácter para enfrentar tantos y tanto retos. Eso ha sido la capital del Estado, un mar de retos, de complicaciones donde nada se ha dado de manera gratuita.
    El clima ha pulido esa constancia para nunca ceder ante la adversidad. Es una constante entre los que son tuzos de nacimiento, y  los que lograron esa posibilidad por adopción.
    Hace frío.
    Pero esto pasará.
    Además que el calor que llegará en poco tiempo, solo se explica, es bienvenido a partir de lo que hoy decimos padecer. Y no, no se preocupe, hasta donde sabemos no vamos en carrera loca y desenfrenada hasta los confines del universo. Todavía, así lo creemos, giramos alrededor del sol, y la luna está ahí, donde siempre.    
    Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta
CITA:
    Algo de bueno ha de tener el frío, el frío en serio, que apenas deja asomar los ojos por la bufanda, el gorro, las chamarras y chamarras que intentan apaciguar la temblorina. No, en estos días ni los lugares santos de las cantinas tienen clientela, porque es cuando se entiende que era mentira el calor supuesto del alcohol, en paredes altas y chamuscadas donde se cuela la escarcha del invierno.

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