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LAGUNA DE VOCES

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    •    José Antonio Meade, la incertidumbre


José Antonio Meade tiene la apariencia de un profesor universitario, habla incluso en el tono del que está acostumbrado a las aulas, a pequeños auditorios. Se ve que domina los temas de economía y por lo tanto hacendarios, pero algo lo mantiene ausente del ejercicio fundamental para un político que es irradiar las posibilidades del poder, hacerse un ente magnético que crece todavía más si los vítores abarcan cientos, miles de gargantas.
Es paciente pero se ve apresurado en el encuentro denominado Foro Comunicadores, que por el tiempo para que en un grupo de seis solo tres puedan preguntar, se diluye, y desemboca en la posibilidad de que cada directivo de medio informativo se tome una foto con el precandidato presidencial y la suba al face book, al twiter o donde pueda.
Meade es un hombre bonachón en la mejor acepción de la palabra, porque es amable y se detiene para completar alguna respuesta que había quedado en el aire. Pero no es encarnación del futuro poder si gana la contienda del mes de julio, o bien deja en claro que el proceso de la transfiguración tendrá que tardar más de lo debido y costará sangre, sudor y lágrimas para los artífices de estos procedimientos.
Porque en algunos de hecho solo es la confirmación, la investidura, el pase mágico que les transforma la mirada y los lleva a niveles celestiales. Aunque en parte esa puede ser la gran diferencia de que en un futuro no se tenga a un semidiós en la silla presidencial, y sí a un simple mortal, aunque a leguas se trata de un absurdo, porque nadie que tenga en sus manos el poder puede ser el mismo del de antes, cuando era uno que veía de lejos esa posibilidad.
El ex secretario de Hacienda no sabe ocultar sentimientos, y por lo tanto preocupaciones, zozobra por el porvenir. A diferencia de otros, verdaderas esfinges egipcias, deja atisbar en la mirada una duda constante sobre el terreno que pisa, pero se agarra de vuelta a la realidad con la pausa para contestar, reflexionar, dar confianza en que el vecino del norte tiene lo mismo que perder si insiste en cancelar el TLC. Sabe cómo regresar a los temas que domina.
Repasa las cifras del SAT y la recaudación de impuestos, cambia dos veces micrófono porque el que le dieron al principio no funciona, y su voz es de un nivel propio para un salón de clases, pero no un recinto de altísimos techos dividido en tres estands donde primero los directivos de medios impresos, luego los de estaciones de radio y televisión, y finalmente los de medios digitales, esperan su turno.
De alguna manera saca provecho de su experiencia como secretario transexenal, no militante y candidato del PRI, político pero no político, aspirante al poder sin los síntomas del que habrá de enfermarse por el mismo; abogado y economista, doctor en la última carrera por la Universidad de Yale, Estados Unidos, deja salir algunos términos para tantear terreno.
Por muchas razones su pasado apolítico le resulta una carta de presentación constante, con todo y que sabe, tarde o temprano tendrá que abandonar la vestimenta de académico y entrar al terreno donde las multitudes exigen no una explicación del porqué el país está como está, sino promesas (compromisos si se les quiere llamar) a grito pelón hasta desgañitarse, de la forma inmediata para construir la felicidad, que puede durar lo del discurso, pero es efectiva en tiempos de campaña.
Alguien me comentó que puede ser lo contrario de Vicente Fox, que fue un excelente candidato y un pésimo Presidente de la República.
Puede que así sea, ojalá así sea, pero en estos tiempos primero debe ganarse una elección.
Meade deja una imagen que me atrevería a calificar de sincera, porque al no ser político de tiempo completo, le resulta difícil esconder lo que piensa, la constante preocupación, incertidumbre por lo que viene. Sin duda es un hombre preparado, académicamente calificado. Sin duda.
Pero el reto en una campaña es despedir, emanar, transpirar intenciones de poder como principio para un cambio. Esa es la base guste o no. Después, después puede venir todo.

Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

CITA:
El ex secretario de Hacienda no sabe ocultar sentimientos, y por lo tanto preocupaciones, zozobra por el porvenir. A diferencia de otros, verdaderas esfinges egipcias, deja atisbar en la mirada una duda constante sobre el terreno que pisa, pero se agarra de vuelta a la realidad con la pausa para contestar, reflexionar, dar confianza en que el vecino del norte tiene lo mismo que perder si insiste en cancelar el TLC. Sabe cómo regresar a los temas que domina.