LAGUNA DE VOCES

* El bulevar de Colonias

De alguna manera el ruido que provocan los vehículos que pasan en el bulevar Colonias que lleva rumbo Actopan, en el día, la noche, la madrugada, acabó por convencerlo que además de los gritos de los niños que acompañan a la mamá a pintarse las uñas, sería lo de menos.

Porque justo frente a la pequeña plaza donde puso su negocio para cortar el cabello de clientas que nunca quedan contentas, pasan todo el tiempo patrullas, ambulancias, camionetas negras con vidrios polarizados grado narco, camiones materialistas de paso lento, aletargado, casi moribundo; trailers que cimbran el piso cuando saltan un tope.

Lo más angustioso sin embargo son las ambulancias sin cruz colorada, y simplemente rotuladas con letras negras que dicen SEMEFO.
Contra esos vehículos nada se puede hacer, ni echarles conjuros, ni encomendarse a los santos y santas del cielo. Nada sirve porque todos saben que son ayudantes personales de la muerte. Cuando alguien se topa en su camino con ella, la camioneta; ella, la muerte, se hace el desentendido, desvía la mirada, hasta se hace el “muertito”.

Enfrente del negocio pasa la vida, pero con mucha más frecuencia la muerte y la tragedia, porque a unos metros está la sede de la Cruz Roja, primera antesala antes de que llegue ese otro vehículo del SEMEFO.
Apenas anochece el bulevar parece cambiar de rostro. Se hace más fiero, y son las camionetas de vidrios oscuros, negramente oscuros, los que espantan. Raras ocasiones se ve el rostro de sus conductores. Igual que con las del SEMEFO todos se hacen los desentendidos, chiflan con nerviosismo una canción inexistente y aquí sí recitan a los dioses, “cruz cruz, que se vaya el diablo y que venga Jesús”.

Antes este ahora moderno bulevar pasaba justo  donde Los Órganos, con mujeres que soportaban el frío, los calorones, las extorsiones de los policías… el desprecio de los camioneros, que sin embargo las usaban porque sí, porque es la naturaleza humana.
El bulevar Colonias en cruce con Bonfil ha cambiado pero es el mismo. Pronto se atascará de casas, cientos y cientos. Nuevas fortunas nunca explicadas.
Anochece.

El hombre mira la carretera. Se siente alegre porque sus dos hijas que como diablos corren de un lado a otro, lo acompañan junto con su mujer en la jornada laboral. Y es feliz porque en un pequeño espacio construye día a día, hora tras hora, la vida que heredará a sus hijas; el mejor remedio para la angustia que corre sobre la cinta asfáltica.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

CITA:
Apenas anochece el bulevar parece cambiar de rostro. Se hace más fiero, y son las camionetas de vidrios oscuros, negramente oscuros, los que espantan. Raras ocasiones se ve el rostro de sus conductores. Igual que con las del SEMEFO todos se hacen los desentendidos, chiflan con nerviosismo una canción inexistente y aquí sí recitan a los dioses, “cruz cruz, que se vaya el diablo y que venga Jesús”.

Related posts